
por Aquiles Córdova
El sacerdote Joan Alsina nació el 28 de abril de 1942, en Castelló D’Empuries, Cataluña.
Llegó a Chile el 30 de enero de 1968. Se vivía un proceso de luchas y de cambios en Chile y América Latina. Le impactó el ejemplo del cura revolucionario Camilo Torres, caído en combate en la guerrilla colombiana del Ejército de Liberación Nacional (ELN), en febrero de 1966. En esa época tuvo lugar la toma de la Catedral de Santiago y el surgimiento del Movimiento Iglesia Joven, en el año 1968; y conoció del proceso en el mundo cristiano que daría lugar a la Teología de la Liberación.
En Chile, en la década del 60 se venía desarrollando un proceso de democratización creciente, con diversos conflictos sociales y políticos, con amplia participación de los trabajadores, que significaría en 1970, la elección del compañero presidente Salvador Allende y el gobierno de la Unidad Popular, con la nacionalización del cobre y el medio litro de leche diario para cada niño chileno.
Es así que, Joan Alsina tomó la opción de compartir la vida y el evangelio con los trabajadores, combinando sus tareas sacerdotales con la condición de empleado del Hospital Claudio Vicuña de San Antonio, realizando la función de encargado de personal, en contacto con los funcionarios y también asistiendo a los enfermos. Ello continuaría luego en Santiago, en el Hospital San Juan de Dios.
Se comprometió con la organización y movilización de los trabajadores y estudiantes, en San Antonio, región de Valparaíso. Se convirtió en un personaje popular en la ciudad. El padre Miguel Jordá recordó que «Durante todo este tiempo vive muy intensamente el proceso social y político del país con la mirada puesta en la liberación del pueblo. Se movilizaba en moto y se le veía en las fuentes de soda, en las fábricas, en el puerto».
Joan Alsina se integró a participar en la organización de religiosos «Los ochenta por el socialismo», el cual dio origen al movimiento «Cristianos por el socialismo», con 200 religiosos de la iglesia católica.
Cuando se trasladó a Santiago, compartió casa con el sacerdote Alfonso Baeza (a la sazón, militante del Movimiento de Acción Popular Unitaria, MAPU), en una población popular, en una barriada obrera, la Población José María Caro.
Cuando en 1972, Juan se trasladó a Santiago, junto con su labor como Jefe de Personal del Hospital San Juan de Dios, asumió como asesor del Movimiento Obrero de Acción Católica (MOAC) y la Juventud Obrera Católica (JOC), al mismo tiempo que colaboraba en la Parroquia San Ignacio de San Bernardo. Estaba en pleno desenvolvimiento el gobierno del compañero presidente Salvador Allende. Eran cientos los religiosos que participaban en el Movimiento «Cristianos por el Socialismo».
En 1973, el 11 de septiembre, se ejecutó el golpe civil-militar contra el gobierno de Allende, planificado, organizado y financiado por Estados Unidos de Norteamérica.
Joan fue detenido el 19 de septiembre de 1973, por la mañana, en el Hospital San Juan de Dios, y recluido en las dependencias del Internado Nacional Barros Arana (INBA). Allí fue brutalmente torturado y transportado de noche con las manos esposadas, hacia el Puente Bulnes, sobre el río Mapocho, donde fue acribillado por la dictadura.
Durante su estadía en el INBA, fue careado por dos curas para verificar su condición de sacerdote, lo cual fue confirmado por ambos. El último de ellos era un capellán militar, quien agregó al oficial Caraves que «si tú no lo matas, él te va a matar a ti». En esos momentos esa declaración era una sentencia de muerte.
El Mayor Donato López Almarza, era el máximo jefe del Regimiento de Infantería N° 3 “Yungay” de San Felipe, que estaba acantonado en el INBA. Él dio la orden de asesinarlo.
El soldado Nelson Bañados fue quien la ejecutó, como parte de una patrulla al mando del Teniente Mario Caraves Silva.
Más de tres décadas después, los tribunales condenaron a López Almarza. El oficial Caraves Silva murió en febrero de 1991, antes de recibir la sentencia judicial.
El soldado Nelson Bañados, quien declaró a los medios de comunicación que él, directamente, había fusilado a más de 100 personas en el Puente Bulnes, optó por suicidarse.
El soldado de 18 años que lo asesinó, Nelson Bañados Pinto, relató que «Me bajé, saqué a Joan del furgón y fui a vendarle los ojos, pero me dijo ‘Por favor no me pongas la venda, mátame de frente porque quiero verte para darte el perdón’. Fue muy rápido. Recuerdo que levantó su mirada al cielo, hizo un gesto con las manos, las puso sobre su corazón y movió los labios como si estuviera rezando y dijo: ‘Padre, perdónalos’… Yo le disparé la ráfaga y cayó al tiro (…) Lo hice con la metralleta para que fuera más rápido. El impacto fue tan fuerte, que volteó su cuerpo y prácticamente cayó solo al Mapocho. Tuve que darle un empujoncito no más…De este fusilamiento no me voy a olvidar nunca jamás».
Gracias a la investigación del sacerdote catalán Miguel Jordá se pudo saber la verdad y el cardenal Raúl Silva Henríquez tuvo que aceptar la versión real de los hechos, y se logró reivindicar al sacerdote Joan Alsina.
El sacerdote Joan Alsina estaba comprometido con los trabajadores y el pueblo chileno, y su proyecto de una sociedad socialista.