
El 28 de abril de 2021, los de abajo durante 3 meses, con la democracia de calle establecieron un Mandato de Cambios Estructurales asumido parcialmente por un programa presidencial, que victorioso intentó cumplir una parte, mientras los de arriba bloquean hasta las más tímidas reformas.
Colombia, como el país más desigual del continente, se levantó ante la pretensión neoliberal de colocar más impuestos a la mayoría, mientras seguía reduciéndolos a los grandes capitalistas. La reacción del Gobierno de Duque (2018-2022) fue la típica del viejo régimen, al intentar sofocar el Estallido Social con una sanguinaria represión, descartando la solución política y el diálogo sobre el Pliego de exigencias que presentaron los manifestantes.
Con las promesas electorales, los jóvenes que nunca habían votado por su edad o por objeción de conciencia, votaron por el Programa del Pacto Histórico y su candidato Gustavo Petro, quien pasadas dos terceras partes de su gobierno (2022-2026), fracasó en su intento de aliarse con el viejo régimen para hacer algunas reformas, quedando atrapado entre una oligarquía que lo condiciona y el imperio norteamericano que le impone la ruta que debe seguir, y no le tolera tan siquiera su “retórica imprudente”, como la llaman los secuaces de Donald, no el pato, sino el otro.
Ahora que arranca la puja electoral para las presidenciales de 2026, algunos que votaron por el Pacto Histórico examinan si deben colocar un candidato con un perfil personal mejor que el de Petro y otra vez están buscando aliados entre los de arriba, con los que creen que va a ser posible cumplir el Mandato de Cambios Estructurales que instauró el Estallido Social de 2021. Ante este panorama, ¿dónde está la capacidad de aprendizaje de las fuerzas populares?
Por su parte los de arriba, consideran que lo único que les permite preservar sus privilegios es colocar un programa y un candidato que garantice más ‘mano dura’, con la que persigan y eliminen cualquier intento de cambiar el modelo imperante, que cada día deja más ricos a los ricos, mientras la cantidad de empobrecidos y excluidos crece por millones.
El Estallido Social dejó un Programa de Paz con transformaciones que para nada le gusta a la oligarquía, ni al imperialismo norteamericano, que ante los profundos problemas que sufre Colombia solo ofrecen más represión, más trato de guerra a la protesta social, más ejecuciones de su fracasada Guerra contra las drogas y cuando mucho, prometen una que otra medida superficial y asistencial, que enmascaran como la solución a los problemas.
Colombia en el futuro inmediato tiene el choque de dos fuerzas, la de los de arriba que buscan bloquear los cambios, con la fuerza de los de abajo direccionada a lograr el Mandato del Estallido Social, consistente en materializar la paz con justicia social, que exige transformaciones estructurales a la sociedad y al Estado; por esto, la unidad popular tras estos propósitos, desarrollará la fuerza necesaria para abrirle paso a una solución política del conflicto.
Comando Central del Ejército de Liberación Nacional de Colombia