
por Rolando Astarita
En un discurso que pronunció en ocasión de la 11 edición de Latam Economic Forum 2025 –un encuentro de empresarios- el presidente Milei sostuvo “que los trabajadores no son pagados por su labor, sino que lo que hacen es comprar pesos con su trabajo”. Y agregó: “acabo de destruir la teoría de la explotación”. Un disparate.
En primer lugar, lo que Milei llama “la teoría de la explotación del trabajo asalariado” es la de Marx, y se basa en la teoría del valor trabajo. Como sabe cualquier persona con un mínimo de instrucción en Economía Política, esa teoría sostiene que el trabajo es la única fuente del valor de las mercancías. De ahí se explica la explotación del asalariado: el obrero vende su fuerza de trabajo por determinado valor; y con su trabajo reproduce, ese valor y agrega el plusvalor, del que se apropia el capitalista. Contra lo que dice Milei, este razonamiento de Marx no tiene que ver con la distinción entre compra y venta.
En segundo término, y según la teoría de la explotación de Marx, el obrero no vende su trabajo (como dice Milei, como pensaba Ricardo) sino su fuerza de trabajo. El trabajo, como señaló Marx, no tiene valor, pero es el fundamento del valor. La pregunta por el valor del trabajo no tiene sentido (es el equivalente a preguntarse, en el campo de la teoría subjetiva, por el valor de la utilidad). Si Milei quiere refutar a Marx, lo mínimo que se le puede pedir es que conozca las nociones elementales.
En tercer lugar, es un error, y grave, pensar que podemos sustituir “compra” por “venta”, y “venta” por “compra” sin socavar las categorías teóricas más elementales de la Economía Política. Es que si la venta equivale a la compra, y viceversa, estamos en una economía de trueque. Es el escenario de la ley de Say (en su versión “fuerte”); pero no es lo que ocurre en una economía monetaria. La razón de fondo es que el dinero introduce un cambio cualitativo con respecto al trueque. Esto es, la operación Mercancía – Mercancía, propia del trueque, se escinde en dos procesos, la venta (Mercancía – Dinero) y la compra (Dinero – Mercancía). Con lo cual se plantea la posibilidad de la separación temporal y espacial de ambas operaciones y, eventualmente, el estallido de una crisis. Esta puede ocurrir si, por algún motivo, muchos productores venden y atesoran en lugar de comprar inmediatamente, como predice la ley de Say.
En cuarto término, lo característico del mercado laboral capitalista es que el comprador, “se presenta al mismo tiempo como poseedor de los medios de producción, que constituyen las condiciones objetivas para que el poseedor de la fuerza de trabajo la gaste de forma productiva” (Marx, p. 37, t. 2, El capital). Estamos, por lo tanto, ante una relación social. De nuevo, en palabras de Marx: “Es compra y venta, relación dineraria, pero una compra y una venta en las que se presuponen el comprador como capitalista y el vendedor como asalariado, y esta relación está dada por el hecho de que las condiciones para que se efectivice la fuerza de trabajo –medios de subsistencia y medios de producción- están separados como propiedad ajena, del poseedor de la fuerza de trabajo” (ibídem). O sea, la relación capitalista, que sale a la luz en el proceso de producción ya existe en la circulación, en las distintas condiciones en que se enfrentan comprador y vendedor (p. 38, ibídem). Por eso el obrero está obligado a vender su fuerza de trabajo a cambio de entregar plustrabajo gratis al capitalista. Si no lo hace, caerá en la indigencia (sobre este punto y Milei, aquí). Esta coerción no se borra con estúpidos juegos de palabras del tipo “digo compra donde dije venta y digo venta donde dije compra”.
En conclusión, estamos ante otra fanfarrona (“acabo de destruir la teoría de la explotación”) burrada de Milei. ¿Será la razón por la que los empresarios lo aplauden extasiados?
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