
por Luis Casado
Quienes acostumbran frecuentar lenocinios, también denominados burdeles o lupanares, deben confrontar una difícil decisión nada más entrar.
Se trata de escoger entre el personal disponible, aquella deseable hetaira –objeto sensual de un día o más precisamente de una noche–, susceptible de satisfacer necesidades urgentes, inconfesables deseos, caprichos antiguos, manías perversas, pérfidos antojos, prácticas aberrantes, gustos insólitos, inclinaciones bárbaras, desvíos raros, y singulares y atávicas costumbres.
La elegida potencial, consciente de encontrarse en una versión prostibularia del libre mercado – sometida como se debe a la libre competencia sin trabas y sin obstáculos, o bien pura y perfecta como diría un economista liberal–, utiliza argucias, melindres y coqueteos, argumentos que sumados a la modestia de su retribución, contribuyen a hacer realidad el propósito convicto y confeso de llevarse el gato al agua, o más bien el cliente al catre.
Esto último es lo que suelen llamar, en la fraseología económica en boga, la atractividad, sácate el sombrero y saluda.
En el caso de tal o cual país, para no decir todos, el concepto no sólo aplica, sino que es objeto de delicados mimos y primorosos cuidados.
Tener atractividad es una suerte de ventaja competitiva que inclina al cliente –al inversionista– en tu favor, conditio sine qua non para que al país elegido le den p’ol culo con fervor y entusiasmo.
En estos días, el presidente francés Emmanuel Macron recibe unos doscientos mega empresarios planetarios en una suerte de burdel extremadamente internacional llamado Choose France 2025 – organizado en el Palacio de Versalles tratamiento VIP obliga–, donde estos distinguidos visitantes anunciarán haber elegido las Galias para realizar diversas y variadas inversiones que totalizan 20 mil millones de dólares.
Como es de rigor, la gastronomía más refinada le hará los honores a tan exquisitos comensales en los dorados salones de Palacio, acompañada de grandes crudos de Bourgogne y de Bordeaux, para no mencionar una selección de nuestros Champagnes de más finas burbujas.
Dicen –quienes saben– que Francia, a pesar de todo, sigue siendo el país más atractivo de la Unión Europea, léase el que más inversión foránea recibe. Ruégote no olvidar el monto global mencionado por la prensa, U$ 20 mil millones. Así, de una sentada.
Pero… tú ya sabes, la gente es mala.
Una comisión del Parlamento convocó al ministro de la Economía, de Finanzas y de la Soberanía Industrial y Numérica, Monsieur Éric Lombard, sometiéndolo a un no muy amigable interrogatorio relativo a temas que caen bajo el amplio espectro que cubren sus extensas funciones y potestades.
Éric Lombard, diplomado en Comercio (HEC), fue gerente bancario y director de alguna compañía de seguros, en resumen, un hombre del serrallo, si oso escribir. Esto adquiere importancia al leer o escuchar el increíble diálogo que tuvo lugar entre el ministro y un senador.
¡Atento Facuse!
Fabien Gay, senador y director del diario L’Humanité, interpela al ministro Lombard a propósito de la empresa francesa Sanofi, del sector de la industria química y medicamentosa.
Fabien Gay, senador:
“Sanofi recibió mil millones de euros en el marco del crédito impuesto-investigación (exención de impuestos), sin hablar de otros dispositivos, y nos dicen que el crédito impuesto-investigación debe favorecer el empleo y la investigación en Francia. Pero, al mismo tiempo lleva a cabo mil supresiones de empleo y la misma empresa acaba de vender el Doliprane (un calmante muy utilizado) a un fondo de inversiones estadounidense. ¿Acaso pensamos que es normal que Sanofi, que benefició de otros dispositivos además, anuncie 20 mil millones de euros de inversiones en EEUU, mientras continúa destruyendo empleos en Francia?
Éric Lombard, ministro:
“Pero… es la libertad de empresa… Desafortunadamente… de reducir su personal. Las ayudas de las que benefició Sanofi son efectivamente importantes. Sobre las inversiones en EEUU, también se trata de la libertad de empresa…”
Fabien Gay, senador:
“Pero libertad también para nosotros de interrogarnos –como mínimo–, e incluso de controlar un poco el tema…”
Éric Lombard, ministro:
“¿Cuál hubiese sido la política de Sanofi si no hubiésemos puesto a disposición esas ayudas? Y eso… puedo decirlo porque…”
Fabien Gay, senador:
“Entonces hubiese sido peor…”
Éric Lombard, ministro:
“¡Claro que sí! ¡Desde luego!”
Fabien Gay, senador:
“Entonces es siempre el chantaje con el empleo… pero por el momento les damos muchas (ayudas) y tampoco funciona…”
Un poco más tarde, el mismo ministro participó en una emisión de televisión (BFM-TV) en la que una periodista comenta el anuncio hecho por Sanofi.
Periodista de BFM-TV:
“Sanofi, que hizo este anuncio, que va a invertir al menos 20 mil millones de dólares en EEUU, de aquí al año 2030… Este anuncio… ¿cae mal en este momento? Las ayudas son cuestionadas, las acordadas a Sanofi…”
Éric Lombard, ministro:
“Está claro que es un momento desagradable y un anuncio desagradable… La amplitud de las inversiones en EEUU es una mala señal…”
¿Libertad de empresa o mala señal? El ministro, como todo el gobierno, es impotente para hacer nada. Las empresas privadas, que se benefician de ayudas públicas cifradas en miles de millones, son libres de llevarse la pasta a donde les cante.
Es el caso de Sanofi, cuyas inversiones en EEUU equivalen al monto tan cacareado que invertirán en Francia cientos de empresas extranjeras. Cuando lo hacen… Las inversiones anunciadas en Choose France el año pasado no se han materializado todas.
Y aquellas que ven la luz del día tocan sectores que muy a menudo generan problemas. Hoy en día la fiebre está en la mal llamada Artificial Intelligence (IA), que requiere cantidades astronómicas de energía eléctrica, y cuyo principal efecto consiste en aumentar significativamente la factura de los hogares franceses.
Todo lo cual explica que…
Tener atractividad es una suerte de ventaja competitiva que inclina al cliente –al inversionista– en tu favor, conditio sine qua non para que al país elegido le den p’ol culo con fervor y entusiasmo.