
por Alejandro Mora Donoso
Hoy nos acompaña Rodrigo Karmy Bolton, Doctor en Filosofía de la Universidad de Chile. Es profesor e investigador del Centro de Estudios Árabes y del Departamento de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la misma universidad. Su trabajo académico se ha enfocado en el pensamiento crítico contemporáneo, la teología política y las relaciones entre Occidente y el mundo árabe, ofreciendo una mirada aguda sobre las formas en que se configuran el poder, la subjetividad y la memoria en nuestra época.
AM- ¿Cómo describiría usted la relación histórica entre Chile y Palestina, considerando la presencia de la diáspora palestina más grande fuera del mundo árabe?
RK- Una relación complicada, no exenta de racismo por parte de los chilenos con los migrantes palestinos. La denominación de “turco” lo resume todo. Un racismo histórico que no es privativo de Chile sino que, me parece, se arraiga en una tradición hispana muy larga y característica de la identidad oligárquica chilena y que encuentra en la invasión de la península ibérica en 1492 –una península otrora musulmana que termina dominada por el ejército castellano- una de sus condiciones mas importantes. En ese momento surge la denominación “moro” que, a decir de algunos expertos, constituye la primera categoría racial de la modernidad. Por cierto, los palestinos en Chile son en su mayoría cristianos, pero el racismo hispano que hereda la república se anuda en esa campaña anti-mora de 1492 y la subsecuente estructuración del racismo anti-árabe que en Chile se expresará de diversas formas, pero donde el significante “turco” desempeñará un lugar importante durante el siglo XX.
AM- ¿Qué rol cree que ha jugado la comunidad palestina en Chile en la configuración de la sensibilidad pública frente a la cuestión palestina ?
No soy muy amigo del término “comunidad”. Para mi es equivalente a decir “guerra”. Prefiero “colectividad” en cuanto un colectivo supone una diversidad interna que el término “comunidad” tiende a borrar. Sobre todo, cuando ese término se usa ideológicamente y ciertos personeros dicen hablar en tu nombre bajo el nombre “comunidad”. “Colectividad” me parece menos homogéneo, mas heterogéneo. Para ir a tu pregunta, la verdad no estoy tan seguro. Sobre todo, por el modo en que las diversas colectividades nacionales funcionan en Chile que tienden a atomizarse y restringirse a sus clubes sociales. Eso sí, la colectividad palestina siempre ha sido muy abierta al país (pienso que ha sido la oligarquía del país la que ha sido mas cerrada), integrándose de diversas formas en diversos espacios, económicos, políticos y culturales, de importancia. Pero diría que ha sido sobre todo en las últimas décadas que la cuestión palestina se ha planteado como un problema para organizaciones, colectivos o instituciones no palestinas. Y esto es interesante. Habría que elucubrar bastante acerca del porqué ello ha ocurrido. Yo desconozco esa respuesta, no he trabajado sobre la cuestión migratoria palestina y por eso mis ideas remiten a lecturas, conversaciones y experiencias, nada más. Sin embargo, me parece que aún la cuestión palestina sigue en un terreno más o menos atomizado. Pocos “no palestinos” han salido a defender al pueblo palestino de la nakba en términos públicos; en general, somos los descendientes de palestinos los que hemos alzado la voz. Pienso que hay un déficit político en este asunto. Con la mayor presencia de palestinos fuera del mundo árabe, acaso deberíamos haber cortado relaciones con Israel hace mucho rato. Pero la cuestión demográfica no se traduce necesariamente en potencia política. Pienso que ese es un déficit que ya no puede restringirse a la colectividad palestina sino socializarse hacia todos en tanto Palestina hoy es el nombre del común que está amenazado por el neofascismo global llamado sionismo.
Colonialismo y discurso
AM- Usted ha trabajado extensamente sobre la noción de colonialismo y biopolítica. ¿Cómo se manifiestan estas lógicas coloniales en la ocupación israelí y cómo se trasladan simbólicamente al contexto chileno?
RK- Ante todo, la colonización sionista sobre Palestina articula un plano necropolítico y biopolítico a la vez, esto es, una política de asesinato masivo sobre una población complementada con una política de extensión y fortalecimiento de otra población a la que subsidia vía asentamientos. Es interesante recordar cuando el filósofo Michel Foucault señaló qué era el racismo (un asunto que menciona muy poco y en lugares muy precisos). Decía que era el mecanismo por el cual una población podía afirmar su existencia solo al precio de aniquilar a otra. La colonización sionista sobre Palestina se anuda, entonces, a partir de estos dos polos, necro y biopolítico. Pero esta colonización implica una industria securitaria que convierte a los palestinos que viven en los Territorios Ocupados en “conejillos de indias” en tanto prueban sus armas sobre ellos. Esta industria tiene tres ramas fundamentales: ciberseguridad, control fronterizo y contraterrorismo. Y en un cruce financiero con la industria estadounidense, Israel se convierte en un gran exportador de esta tecnología hacia diversos países, entre ellos Chile. La relación de la industria securitaria israelí con Chile se remonta a la dictadura de Pinochet y, en este sentido, las armas que abastecen a las FFAA y de Orden (policía incluida) chilenas son de manufactura israelí. ¿Cómo la dictadura hace de Israel el principal vendedor de armas al Estado chileno? Por la enmienda Kennedy que, desde el Senado estadounidense el senador Ted Kennedy levanta mediante una moción que resulta ser aceptada para prohibir la venta de armamento a la dictadura en la medida que ésta estaba siendo acusada de sistemáticas violaciones a los Derechos Humanos a nivel internacional. En este contexto, Israel no tuvo problemas en suplir ese vacío y alimentar la industria securitaria militar chilena, no solo en cuanto a pertrechos como también en relación a entrenamiento de los servicios de inteligencia (la DINA). Esto Israel lo ha hecho siempre. Lo hizo con la Sudáfrica del apartheid, con la Guatemala de Ríos Montt y, en general, con el conjunto de las dictaduras latinoamericanas. La lógica necro y biopolítica es exportada, por tanto, desde la industria israelí porque solo ella tiene a una población cautiva para probar su masacre. Por eso, la cuestión palestina se anuda también con Chile: no solo porque miles de descedientes de palestinos (los chilestinos) somos los herederos de la nakba sino porque la nakba se instala aquí en la forma de la industria securitario-militar israelí y sus respectivos lobbies vía embajada o conglomerados políticos asentados en el Congreso Nacional, de izquierda a derechas. La colonización sionista sobre Palestina no puede desplegarse sin la colonización “externa” que expande Israel hacia el resto de los países en la medida que ello le permite empujar a los Estados a alinearse con la posición israelí en el concierto internacional, bajo la acusación, a esta altura un chantaje vacío e imbécil, de que toda crítica al Estado sionista es “antisemitismo”.
AM- ¿Considera que en Chile se reproduce un discurso colonial o eurocéntrico sobre Palestina en los medios y el sistema político?
RK- Totalmente. Y eso es porque la identificación oligárquica se da con el mundo “blanco” –por el asunto histórico que expliqué en la primera pregunta-, pero también porque Chile sigue siendo un país colonialista. Un colonialismo de segundo nivel, por cierto, donde el momento “evangelizador” dispuesto por la trama hispana, dio curso al colonialismo de asentamiento propio del momento “republicano” (donde los colonos alemanes y la militarización constituyeron una trama eficaz de apropiación de la tierra), hasta la actualidad donde la cuestión colonial con el pueblo mapuche se dirime en el momento “neoliberal”, lugar en el cual la dominación reside, en las empresas del gran capital financiero. Es interesante esto: desde la segunda fase de la colonización el Estado chileno adopta el modelo anglosajón de colonización que es precisamente el del “colonialismo de asentamiento”, que es el que usa Israel hoy sobre Palestina. ¿En qué consiste? En constituir un colonialismo centrífugo, es decir, que no se trata de integrar a los nativos al imaginario metropolitano sino a expulsarlos de su tierra, incluso si para ello se deben aniquilar. De aquí todo el imaginario servil del Estado chileno que, según su himno nacional, se ve a sí mismo como la “copia feliz del Edén” donde el término “Edén” representa justamente al significante Amo (sea Francia, Inglaterra o EEUU en el siglo XX) y la performatividad de su canto constituye un dispositivo de subjetivación “blanca” (“portaliana” si se quiere). Verdaderamente no he visto frase mas pequeño burguesa que esa. ¡Y convertida, además, en un verso del himno nacional!
AM – ¿Qué papel juegan las categorías de “terrorismo” o “antisemitismo” en el silenciamiento de la causa palestina en el debate público chileno?
RK- Podríamos decir que los dos términos funcionan como pivote de la estrategia de silenciamiento mediático. Pero, de manera más compleja, podemos recordar a Edward Said cuando advertía sobre lo que implicaba, desde el punto de vista de los medios de comunicación estadounidenses “cubrir” al islam: significa visibilizarlo para invisibilizarlo, abordarlo para borrarlo. He aquí su paradoja. “Terrorismo” opera cada vez que irrumpe la resistencia palestina, nunca cuando Israel ataca; “antisemitismo” justamente cuando la resistencia palestina actúa en contra de Israel (eso fue lo que los insensatos dijeron del 7 de octubre de 2023, que había sido un acto “antisemita”). Y desde aquí todo produce un efecto rebote que no deja de repetir los formatos y que, por supuesto, impide abrir una discusión pública medianamente seria respecto de la cuestión palestina, el terrorismo y el antisemitismo. En suma, de la misma forma que no existe debate en Chile (solo “polémicas” producidas y devoradas por el espectáculo) acerca de la política nacional, mucho menos existe debate sobre la cuestión palestina.
Filosofía, lenguaje y poder
AM- En sus escritos usted ha abordado cómo el lenguaje puede ser un dispositivo de dominación. ¿Cómo opera el lenguaje hegemónico cuando se habla de Palestina en Chile?
RK- Para mi nombrar algo de una forma o de otra no es cualquier cosa. Ello define todo, podríamos decir. En este sentido, no da igual cuando la lengua de la dominación dice de los palestinos que han “muerto” en vez de remarcar que han sido “asesinados”, o cuando dice “terrorismo” en vez de “resistencia”. Es evidente que la cuestión palestina pone de relieve que lo que hemos normalizado, lo que nos han normalizado, es una lengua que ya no es la del derecho (como en la modernidad clásica), sino la lengua del exterminio, donde términos como “autodeterminación”, “derecho internacional”, “razones humanitarias”, quedan no expulsadas del nuevo código, sino forcluidas –tal como Lacan advertía respecto del mecanismo psicótico. El proyecto sionista es psicótico en ese sentido. Pero me interesa insistir en que la lengua del exterminio no surge de la nada sino de la propia lengua del derecho: es su reverso necropolítico si se quiere. Es decir, a diferencia del liberalismo para el cual existe una incompatibilidad estructural entre derecho y violencia (en el sentido que el primero vendría a racionalizar y neutralizar la segunda), diríamos que en mi lectura (que se puede rastrear en Marx o Benjamin), la lengua del derecho porta consigo misma la lengua del exterminio. Y es precisamente en ese reverso en el que nos encontramos. Sobre todo, porque en Palestina nunca predominó el derecho. Más aún: la nakba se gesta justamente cuando el mundo europeo celebra el triunfo del derecho sobre los nazis. En este sentido, Palestina fue invisibilizada, jamás comprendida y, por tanto, nunca atendida. Y esto por una razón sencilla que ya adelantaba Aime Cesaire: los palestinos no son europeos. Por eso el mundo atlántico le ha perdonado todo a Israel, en la medida que no ha atentado contra ningún “blanco” y, al contrario, ha condenado todo a los palestinos que ya desde la época de la OLP se les calificaba de “terroristas”.
AM- ¿Qué importancia tiene el trabajo intelectual, filosófico o académico para desmontar los discursos de poder que legitiman la ocupación?
RK- Mucha importancia. Fíjate que nada de la resistencia generalizada que se juega desde la causa palestina (tanto desde Palestina misma como desde el mundo que solidariza con ella) podría haber hecho nada sin el trabajo intelectual de los Said, Khalidi, Masalha, Erekat, Pappé y tantos otros. El trabajo intelectual que, en el caso de esta lucha, jamás se ha escindido del trabajo político, le dio palabra y ofreció argumentos poderosos para contrarrestar al sionismo y su victimismo. Hoy escuchamos el sintagma “limpieza étnica sobre Palestina”, que se lo debemos al pormenorizado trabajo historiográfico de Pappé, por ejemplo. Por mientras, los academicistas de siempre, aquellos que hoy alimentan el tecnocratismo global de las universidades nos acusarán de ser simples “activistas” o incluso de ser “antisemitas” (¿cuántas veces dijeron eso de Said?). Entonces esto es importante: la solidaridad con Palestina implica un arduo trabajo teórico y práctico, de militancia intelectual y política a la vez. La cuestión palestina está tan amenazada por el genocidio sionista que no podemos aceptar discursos anti-intelectualistas ni tampoco aquellos discursillos que se arrogan ser neutrales y apelan a una “objetividad”. El anti-intelectualismo y el intelectualismo tecnocrático son el reverso el uno del otro. Para la cuestión palestina no necesitamos de ninguno de ellos porque los palestinos necesitamos construir lenguas, vocabularios de resistencia que no se realizan de una vez y para siempre ni quedan estampados ahí por la eternidad, sino que han de estar a tono con la textura de la imaginación en la medida que su crítica posibilite la invención de terminologías capaces de ir al ritmo de la singularidad de las coyunturas históricas y nos permitan destituir la lengua del exterminio que hoy habla en la forma del sionismo e imaginar otra convivencia, otro común que no sea el del Estado-nación moderno. Palestina, quizás, deba ser entendida como el fin del Estado moderno.
América Latina y Palestina
AM- ¿Qué paralelismos ve entre la situación del pueblo palestino y la historia de los pueblos originarios en Chile y América Latina?
RK- Mucha. En América Latina, inspirados en la forma de colonización estadounidense, las repúblicas aplicaron muchas veces el dispositivo del colonialismo de asentamiento como el que aplica Israel sobre el pueblo palestino. Como señalé hace unas preguntas atrás, esa experiencia sigue presente en el caso chileno. América Latina, Estados Unidos (y Canadá) e Israel se anudan bajo la misma racionalidad colonial.
Presente y futuro
AM ¿Qué responsabilidad tienen las universidades, los medios y los actores sociales chilenos en la defensa de los derechos del pueblo palestino?
RK- Es importante esta pregunta porque las universidades israelíes, por ejemplo, están totalmente comprometidas con el genocidio en curso. El genocidio no está exento del dispositivo de saber-poder de las universidades; tampoco las universidades europeas estuvieron exentas de la colonización del planeta por parte de las potencias europeas desde el siglo XVI con España a la cabeza. Hay que sacarse la idea “humanista” de las universidades y entender que la creación del “humanismo” por parte de las mismas universidades posibilitó a la empresa imperial. Todo genocidio está calculado y requiere de la puesta en juego de saberes para desplegarse. Saberes que se producen y cultivan en universidades. Por cierto, esas son las universidades monumentales, pero existen devenires universitarios o universidades minoritarias que se anudan como formas de resistencia frente al dispositivo del saber-poder dominante. Es lo que ocurre en Gaza: las universidades destruidas por Israel eran bastiones de resistencia cultural en las que la textura de la cultura palestina –su pasado, su presente, la intensidad de su imaginación en suma- encontraba un lugar para habitar y cultivarse. Al destruir toda la estructura universitaria, Israel entiende qué es lo que se fraguaba ahí: un lugar en el que aún podía existir imaginación. Y esta colonización consiste en un intento decisivo por destruir toda imaginación posible. Como todo verdadero espíritu humanista y burocrático, Israel destruye las universidades palestinas porque requiere destruir la textura imaginal en la que sobrevive su pueblo.
AM ¿Cómo ve usted el futuro del activismo pro-palestino en Chile y América Latina, particularmente en un contexto de creciente normalización con Israel por parte de varios gobiernos?
RK- Lo veo difícil en el sentido que, en términos generales, estamos entrando en una era neofascista o, si se quiere, “americanista”, donde todos nuestros derechos pueden ser conculcados y cualquier población puede convertirse en Gaza. El dialecto palestino que contempla términos como “intifada”, “nakba” y otros, se ha convertido en un dialecto perseguido y todos aquellos que lo hablen serán perseguidos, encarcelados, deportados. Es el mensaje que Trump envía con Mahmud Khalil preso.
Enfoque Personal
AM ¿Cómo ha influido la cuestión palestina en su pensamiento filosófico y político?
RK- Quizás podríamos decir que Palestina se me presenta como un problema de naturaleza filosófica en el sentido más radical del término, esto es, en cuanto pone en cuestión la propia existencia del mundo, el mismo “ser” de las cosas. Por eso, más que “influido”, diría que Palestina se me ha atravesado sin querer y he debido ingresar ahí para poner en cuestión el régimen de representación vigente, pero caduco. Palestina es, en este sentido, la verdad de la época. No en tanto “adequatio” (la adecuación sujeto-objeto, propia de la epistemología moderna) sino en cuanto “revela” la arquitectura genocida del mundo en que vivimos. Por eso Palestina molesta al poder dominante, porque lo desnuda, exhibe su constitutivo crimen e impide que su máquina mitológica pueda funcionar sin contrapesos.
AM- ¿Qué le diría usted a los jóvenes chilenos que se sienten movilizados por la causa palestina pero enfrentan un entorno indiferente o hostil?
RK- Que no teman al sionismo, que estudien y problematicen mucho. Es la única receta para la resistencia.