
por Luis Casado
La Francia que me acogió en su seno y en la cual he vivido 50 años de mi vida, posee uno de los mejores servicios médicos del planeta. Gracias a la Seguridad Social, que fue parte del Programa del Consejo Nacional de la Resistencia (CNR) durante la ocupación nazi, y gracias a Mon Général de Gaulle que lo hizo realidad al fin de la guerra.
Los gastos de la Seguridad Social en el ejercicio 2025 fueron fijados en algo más de € 666 mil millones incluyendo todos sus servicios. Esto equivale –grosso modo– a dos veces el PIB chileno en el presente año 2025.
¿Cómo se financia? Simple como una de tus manos: cada trabajador asalariado cotiza parte de su salario mensual, y la empresa que lo emplea paga otro tanto. Para la inmensa mayoría de la población que recibe prestaciones de salud, de natalidad de un hijo, de capacitación profesional, o de jubilación, la parte que paga la empresa constituye un ingreso (o salario) indirecto.
Este año el presupuesto de la Seguridad Social presenta un déficit de € 22 mil millones, y los “expertos” debaten sobre las soluciones. Eminentes economistas –siguiendo los pasos de lo que hay de presidente de la República– sugieren sustituir la financiación existente por un aumento del IVA.
No escapa a tu sagacidad que de este modo aumentan el lucro, los beneficios, la rentabilidad de las empresas privadas que ya gozan de reducciones de impuestos por un total de € 70 mil millones, amén de ayudas estatales que cifran entre € 170 y € 250 mil millones anuales.
El IVA lo paga el consumidor. Las empresas no, porque lo descuentan. Como bien sabemos, no puede haber un aumento del lucro sin una caída de los salarios. Para engrasar cada vez más a las empresas privadas se hace necesario comprimir la parte del producto que remunera a los asalariados, liquidando todas las garantías sociales logradas gracias a las luchas obreras durante siglos.
Nunca hay que olvidar las palabras de Milton Friedman, que recibió el falso Premio Nobel de Economía (1) en 1976:
“La responsabilidad social de las empresas consiste en aumentar el lucro.”
En otras palabras, explotar tanto como se pueda la mano de obra, desde el currante manual al profesional que se cree clase media, aún al precio de sus vidas. No lo digo yo, lo dice otro falso Premio Nobel de Economía (1983), el francés Gérard Debreu:
“El deber de un economista es informar que el derecho a la vida no siempre puede ser garantizado por razones de costo”. Gérard Debreu. (Conferencia de Premios Nobel, París 1988).
Todos estos fantásticos economistas inventan teorías a la cachetada para justificar lo que precede. Pero todas esas teorías carecen de credibilidad al punto que ya nadie habla de equilibrio de los mercados ni de la teoría de la oferta y la demanda. Una vez más, no lo digo yo, lo dice otro falso Premio Nobel de Economía (1988), el muy eminente Maurice Allais:
“Estos 45 últimos años estuvieron dominados por toda una sucesión de teorías dogmáticas, sostenidas siempre con la misma seguridad, pero totalmente contradictorias unas con otras, todas irrealistas, y abandonadas una tras otra bajo la presión de los hechos. Al estudio de la Historia, al análisis profundo de los errores pasados, hubo demasiada tendencia a sustituirles afirmaciones simples, demasiado a menudo apoyadas en puros sofismas, sobre modelos matemáticos irrealistas y análisis superficiales de las circunstancias del momento.” Maurice Allais (Le Figaro, 1998)
Las matemáticas y los gráficos que nadie –ni siquiera ellos– comprende, están destinados a darle algo de “cientificidad” a las payasadas de los economistas. Porque estos muñecos pretenden que la Economía es una “ciencia”.
No, respondió Edmond Malinvaud, eminente economista que entra en la rara categoría de los tipos competentes. En el año 1996 Malinvaud publicó un texto (en la Revue d’économie politique, Paris. vol.106 n°6, novembre-décembre 1996) titulado:
“¿Porqué los economistas no descubren nada?”
Lo que no tiene nada de sorprendente… ¿Acaso hay descubrimientos en Teología? ¿O bien en Cartomancia? ¿O en parapsicología?
De modo que cuando Donald Trump lanza una guerra arancelaria contra el mundo entero, los “expertos” publican sesudos análisis que tienen más de tautología que de razonamiento. Es el caso de mi vendedor de pomadas preferido, John Mauldin, quien ausculta el futuro previsible y expone el juicio de sus pares:
“Generalmente, las opiniones caen en tres categorías: recesión, inflación y una “estagflación” que es el escenario del medio.”
Hasta ahí no quiebra un vaso… Cualquiera puede prever el tiempo que hará mañana, diciendo que o bien lloverá, o tal vez saldrá el sol y hará calor, o bien tendremos un tiempo revuelto entre garúa y aclaradas parciales.
Pero lo más genial fue cuando encontró la solución para el gigantesco déficit comercial de EEUU, ese que quiere equilibrar Trump, sugiriendo: Si no importamos nada, o importamos menos, y si producimos localmente y exportamos más, el déficit disminuye hasta desaparecer.
Es como el consejo para adelgazar: si paras de comer y de beber, y además haces ejercicios de la mañana a la noche, perderás algunos gramos.
Los razonamientos –si podemos llamarlos así– siguen del mismo modo, con el apoyo de algunos calculitos acompañados de bellos gráficos:
Los EEUU son vulnerables únicamente porque su economía es la que más depende del gasto de los consumidores y tiene la más baja tasa de ahorro:
(John Mauldin, cita a David Rosenberg, y prevé el futuro con su espejito mágico. 24/05/2025)
Literalmente, John Mauldin escribe lo que sigue:
“¿Qué país tiene la tasa de ahorro más baja? ¿Qué país tiene más consumo como parte de su PIB? Y hay una correlación entre el consumo y las importaciones. Entonces, para la gente que comparte este punto de vista de que tenemos que eliminar todo el déficit comercial, y bien, tendrán que tomar la economía de EEUU y hacerla más europea, o más asiática en su naturaleza, ser frugales, y así habrá menos consumo y menos importaciones.”
Yo le daría el falso Premio Nobel de Economía a John Mauldin, ¿y tú?
Pero volvamos al meollo del asunto: el único tema interesante en Economía es la distribución del producto. En los últimos 50 años hemos conocido una concentración de la riqueza en manos del riquerío, y la progresiva pauperización del 95% más modesto de la población.
No sólo en Chile. No sólo en Francia. Simple coincidencia, mi amigo Eric Beiza Palestro (sí, de la familia Palestro), me envió un mensaje muy ilustrativo desde Austria. Mira ver:
Medidas de ahorro consideradas por la ÖGK
La Österreichische Gesundheitskasse (ÖGK) está considerando varias medidas para reducir el déficit presupuestario proyectado en 900 millones de euros. Entre las principales medidas destacan:
Regulación de las prescripciones médicas: Implementación de una obligación de aprobación para las resonancias magnéticas (MRT) y solicitud a los médicos de prescribir menos pruebas costosas.
Introducción de copagos: Aplicación de copagos para transportes médicos y zapatos ortopédicos, así como la imposición de costos para pruebas de vitamina D no necesarias.
Fomento de medicamentos genéricos: Ajuste del software de recetas para que los médicos prescriban el medicamento más económico disponible.
Reducción de gastos administrativos: Uso de Microsoft Teams para reemplazar reuniones presenciales, adquisición de tickets climáticos para empleados con viajes frecuentes, y reducción de gastos en consultoría externa.
Venta de propiedades: Venta de cinco terrenos y propiedades vacías, lo que podría generar cerca de tres millones de euros.
Postergación de proyectos y mantenimiento: Cancelación de proyectos piloto, como la atención médica virtual, y aplazamiento de medidas de mantenimiento no esenciales, como la limpieza de ventanas.
Revisión de beneficios: Propuesta de reducir la duración máxima del subsidio por enfermedad de 78 a 52 semanas.
Estas medidas buscan disminuir los costos y limitar el uso de servicios por parte de los asegurados.
Porque, repito y no me cansaré de repetirlo, no es posible aumentar el lucro sin una caída de los salarios.
Pregúntale de esto a los entusiastas candidatos a seguir mangando en La Moneda…
⦁ Falso Premio Nobel de Economía: este premio no existe. Alfred Nobel nunca imaginó siquiera crear un premio para las tartuferías de los economistas. Se trata de una mala copia inventada por el Banco de Suecia.