
por Rolando Astarita
En la nota anterior (aquí) pregunté a los monetaristas cómo explican el aumento de precios, medidos en dólares, en Argentina, si “la queja es que hay demasiados dólares atesorados, o sea, que no circulan”. Recordé al respecto que la teoría cuantitativa (TC) sostiene que “la inflación se debe pura y exclusivamente al aumento de la cantidad de dinero en circulación, dada una masa de mercancías”.
Dos partidarios de la teoría cuantitativa respondieron a mi pregunta en la sección “Comentarios”. Básicamente dicen que el fenómeno de la suba de precios, en dólares, tiene que ver con el tipo de cambio. Lo cual es, en mi opinión, correcto. Lo escribí en la nota: “si los precios en pesos aumentaron más que lo que aumentó, en pesos, el precio del dólar, deben aumentar los precios de las mercancías, expresados en dólares”. Pero si esto es así –y habría que agregar más factores- no se puede sostener, como hacen los partidarios de la TC, que la razón necesaria y suficiente para que haya aumento de precios (sean medidos en dólares o pesos) es que aumente la cantidad de dinero (sean dólares o pesos). Agrego algunas observaciones y reflexiones.
En primer lugar, destaco el rol que históricamente han tenido las variaciones del tipo de cambio –las devaluaciones de la moneda nacional- en la aceleración de procesos inflacionarios (para una discusión general sobre inflación, véase, por ejemplo, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí).
En segundo término, si se admite que la suba de precios, medidos en dólares, se explica por las variaciones del tipo de cambio, es imposible ignorar el rol del tipo cambio en la inflación medida en pesos. Pero entonces, no se puede sostener que la inflación es única y exclusivamente un problema de excesiva emisión.
En tercer lugar, el aumento de los precios en dólares, sin que varíe la cantidad de dólares en circulación, cuestiona el planteo monetarista, en cualquiera de sus formas: a) Según Ricardo, todo el dinero que se introduce en la economía circula; b) Según Fisher, la velocidad del dinero es estable (determinada por factores institucionales); c) Según Friedman, la demanda de dinero (inversa de la velocidad) es estable (los agentes modifican lentamente sus encajes monetarios). En cualquiera de estas formulaciones, entonces, las funciones claves del dinero son ser medida de valor y medio de cambio. El atesoramiento no sufre variaciones bruscas, y es una función “por resto”, o más bien pasiva. ¿Cuál es entonces el problema en una economía como la argentina? Pues que el rol del dólar es clave, no solo como medida de valor (muchos bienes cotizan en dólares), y parcialmente como medio de cambio (caso de las transacciones hipotecarias), sino también, y fundamentalmente, como medio de atesoramiento. Justo la función que la teoría cuantitativa ha relegado a un segundo plano. Y se introducen variaciones significativas del atesoramiento -por ejemplo, por cambios en el ciclo económico; por incertidumbre, etcétera- el planteo monetarista no se sostiene.
En cuarto lugar, la TC no solo plantea que hay estabilidad en la demanda de dinero (o en su velocidad), sino que también es estable el multiplicador monetario (relaciona base monetaria con masa monetaria). Pero esto no es así. En las crisis económicas generalmente el multiplicador se hunde: el banco central (caso la Reserva Federal en la crisis de 2008-9) puede inyectar dinero en la base monetaria, sin que aumente la masa monetaria, por el simple hecho de que los bancos no prestan y sus clientes no toman deuda. Así, la inyección de liquidez se queda en el banco central (o en la Reserva Federal) bajo la forma de depósitos de los bancos. De nuevo, otra complejidad que se añade a las explicaciones que procuran dar cuenta de la relación entre cantidad de dinero y movimientos de los precios.
En quinto término, y este es tal vez el problema más esencial, es imposible que los precios (o su inversa, el poder de compra del dinero) se establezcan por comparación entre masa de mercancías y masa de dinero. La idea de Fisher, de que todo se reduce a la comparación entre cantidades de dinero, por un lado, y de mercancías por el otro, es sencillamente absurda. No hay forma de que se realice tal comparación. La comparación válida, para la economía argentina, es entre masa de dinero, pesos, y reservas internacionales, en dólares.
Más específicamente, no hay manera de explicar los cambios de los precios de los inmuebles en Argentina con la TC. Es que, por una parte, la cantidad de dólares en manos de residentes argentinos ha aumentado sostenidamente en los últimos años. Sin embargo, los precios de los inmuebles estuvieron lejos de variar en la misma proporción: aumentaron en los dos últimos años, pero en abril de 2025 todavía estaban, en promedio, 5% por debajo de los niveles de enero de 2020. Hay que cambiar, pues, el encadenamiento lógico para dar cuenta de lo que ocurre: las viviendas ingresan al mercado con un precio tentativo; el dólar, por su parte, encarna valor (este no surge por “comparación” con la masa de viviendas). En consecuencia, solo circulan los dólares necesarios para realizar las compras y ventas (o sea, precios x transacciones, según la conocida ecuación de Fisher) y el resto se atesora, como explicaba Marx.
Termino reproduciendo un pasaje de una nota anterior: «Durante años los monetaristas (Friedman en primer lugar) han planteado que, por encima de las consideraciones teóricas, su teoría era correcta por las predicciones que permitía hacer y por la evidencia empírica que mostraba que el aumento de los precios siempre iba precedido por un aumento de la masa monetaria. Los monetaristas criollos, sea en su variante neoclásica o austriaca, presentan este argumento último, el de la evidencia empírica. (…) El tema es que desde hace por lo menos tres décadas la relación postulada entre crecimiento de la masa monetaria y los precios dejó de verificarse en EEUU. Véase el siguiente cuadro:

Es llamativo el silencio de los monetaristas locales frente a esta evidencia. Son más de 30 años (y continúa) en que los datos no dan lo que la teoría cuantitativa pretende que den, tratándose, además, de la economía capitalista más desarrollada del planeta. Lo cual no les impide seguir diciendo que lo suyo está totalmente corroborado por los datos empíricos.
Para bajar el documento: https://docs.google.com/document/d/1znBRUPhwjTmWaFFiGfrMx5K1NwUJ3qDHDkfR732FVV4/edit?usp=sharing
Imagen, Pixabay