
por Alejandro Mora Donoso
Los grandes defensores de la democracia, los derechos humanos y el derecho internacional han dejado algo en evidencia en estos meses que sus principios no son universales, son intercambiables. Frente a Palestina, todos esos valores que Occidente dice proteger han sido guardados en un cajón.
Miles de muertos en Gaza. Niños calcinados, periodistas asesinados, universidades arrasadas, hospitales bombardeados. Todo documentado. Todo denunciado por organismos internacionales. Pero nada de eso parece suficiente para activar las condenas, sanciones o rupturas diplomáticas que sí se han impuesto en otros conflictos. Esta vez, el agresor es un aliado.
La frase “Si no te gustan estos principios, tengo otros”, atribuida al humorista Julius Henry “Groucho” Marx, ya no es una broma. Es una radiografía precisa de la política internacional contemporánea. Hoy, los Estados no renuncian a sus principios: los sustituyen cuando estorban. Si el crimen lo comete un enemigo, se condena. Si lo comete un socio, se justifica. Y esto incluye, claramente, a nuestro propio Estado, que sigue sosteniendo política, económica y militarmente al régimen criminal de Israel.
Este doble estándar no es solo político. Es también jurídico. La relatora especial de la ONU para los territorios palestinos ocupados, Francesca Albanese, ha desenmascarado esta hipocresía incluso ante la Corte Penal Internacional. En su informe, advierte que las corporaciones que colaboran con el régimen israelí podrían ser juzgadas por crímenes de lesa humanidad bajo el derecho internacional consuetudinario, es decir, aquel que se basa en costumbres aceptadas como obligatorias por la comunidad internacional, aunque no estén escritas en tratados. Y cita un precedente elocuente: los juicios de Núremberg a industriales alemanes que colaboraron con el genocidio nazi. Si fue posible entonces, ¿por qué no ahora?
La respuesta es tan clara como incómoda. No es un problema de leyes ni de pruebas. Es un problema de intereses. El sistema internacional no está fallando, está funcionando tal como fue diseñado. Con principios para unos, y excepciones para otros.
Palestina ha dejado al descubierto el cinismo de la comunidad internacional. No es que no existan principios. Es que, si no les gustan, tienen otros. Así de simple. Así de brutal.
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