
por Kevin B. Anderson y Federico Fuentes
En su último libro, The Late Marx’s Revolutionary Roads: Colonialism, Gender, and Indigenous Communism, el sociólogo marxista Kevin B Anderson profundiza en los escritos finales de Karl Marx, algunos de los cuales han salido a la luz recientemente, para desenterrar ideas clave de importancia crítica para los socialistas de hoy.
Anderson es profesor de Sociología, Ciencias Políticas y Estudios Feministas en la Universidad de California, Santa Bárbara, y autor y editor de varias obras, incluyendo su innovador Marx at the Margins: On Nationalism, Etthnicity, and Non-Western Societies y, más recientemente, A Political Sociology of Twenty-First Century Revolutions and Resistances.
Federico Fuentes se sentó con Anderson para hablar sobre su nuevo libro para LINKS International Journal of Socialist Renewal.
Su nuevo libro se centra en los últimos escritos de Marx. ¿Por qué este interés específico en el último Marx? ¿Está buscando contraponerlo a un «Marx temprano»?
Al igual que hace décadas con el «primer Marx», las discusiones sobre el «Marx tardío» se vienen sucediendo desde hace un tiempo, aunque solo han cristalizado realmente en los últimos cinco años. Mi libro, Marx en los márgenes, salió hace unos 15 años y examinó algunos de los escritos posteriores de Marx que estaban disponibles en ese momento. Pero en los últimos cinco años, hemos tenido también los librosde Kohei Saito, Karl Marx’s Ecosocialism: Capital, Nature, and the Unfinished Critique of Political Economy y The Last Years of Karl Marx: An Intellectual Biography de Marcello Musto, entre varios otros.
En mi opinión, no podemos rechazar al último Marx como tampoco al primer Marx: ambos son Marx y ambos dicen muchas cosas interesantes. Además, no creo que podamos señalar algún tipo de ruptura entre el Marx «maduro» de El Capital y los Grundrisse y cualquiera de estos períodos. Lo que quería hacer con este libro era delimitar el último Marx como un período distinto en sus escritos.
En su introducción, señala que algunos académicos marxistas se han centrado sobre todo en los escritos de Marx con respecto al «capital y la clase, con exclusión de otros temas» ¿Cuáles son esos otros temas a los que llama a prestar atención en su libro?
Mientras que otros han trabajado las ideas del último Marx con respecto a la ecología, he centrado mi atención en sus notas sobre raza, género y colonialismo. Estos problemas están presentes a lo largo de los escritos de Marx, incluso en sus primeras etapas. Pero algunos aspectos se vuelven más pronunciados con el tiempo, tanto cuantitativamente como en términos de las nuevas posiciones que adoptó. Eso es lo que busco sacar a relucir.
¿Por qué son importantes estos temas para nuestra comprensión de la crítica de Marx al capitalismo?
Si mira el penúltimo capítulo del Volumen I de El Capital, Marx habla de que las fuerzas de la producción se están concentrando cada vez más, lo que a su vez conduce al crecimiento y la concentración de la clase trabajadora como fuerza social. Marx describe cómo se desarrolla el capital a lo largo del tiempo, explicando que el momento de la transición revolucionaria vendrá y que el capital tendrá que ser derrocado para superar las contradicciones del capitalismo.
Pero no se menciona la raza, el género o el Estado. Lo que Marx presenta es un modelo abstracto, abstracto en un buen sentido, porque está tratando de centrarse en las características más destacadas del capitalismo. Pero significa que su explicación del capitalismo en El Capital Volumen I permanece en un nivel muy general, uno que se puede aplicar a casi cualquier sociedad capitalista industrial.
Sin embargo, cuando profundizas y comparas el capitalismo en Inglaterra en 1870 con, por ejemplo, el capitalismo en los Estados Unidos hoy, se puede ver inmediatamente que es más complejo. Y Marx se adentró en estas complejidades a lo largo de su vida, incluso en sus primeros años.
Marx, por ejemplo, veía a los Estados Unidos y a Brasil, que eran los dos grandes países capitalistas con una producción moderna basada en esclavos, como formas de capitalismo racializado. En la década de 1850, escribió que tal vez la revolución no comenzaría en los países más avanzados industrialmente, sino en la periferia, a saber, China e India. Cuando ocurrió el levantamiento en Polonia en 1863, Marx escribió a Friedrich Engels que «uno puede esperar que esta vez la lava fluya de este a oeste». Pero estas ideas nunca fueron elaboradas entonces.
Fue hacia el final de su vida cuando Marx comenzó a centrarse mucho más en estos temas. Por ejemplo, Marx analizó las interacciones entre los sectores colonizados y los llamados países capitalistas centrales, como entre Irlanda e Inglaterra. Pero también analizó la relación entre ingleses e irlandeses dentro de Inglaterra, que vio como similar en algunos aspectos a la relación racializada entre los trabajadores blancos y negros en los Estados Unidos.
Eso es muy interesante porque los dos están directamente relacionados con el colonialismo: por un lado, tienes el factor colonial irlandés y el movimiento nacional (que él apoya), y sus impactos en el capitalismo británico. Por otro lado, tienes este proletariado de inmigrantes irlandeses dentro de Inglaterra que se han visto obligados a migrar, en gran parte debido al colonialismo británico. Por lo tanto, Marx está viendo este tema desde varios ángulos.
Desafortunadamente, algunos marxistas hoy consideran que tales complejidades y cuestiones concretas de las diferentes sociedades capitalistas son marginales, cuando en realidad son muy importantes.
¿Afectó esta evolución de sus puntos de vista la forma en que imaginó las revoluciones?
El modelo abstracto de Marx lo llevó a creer inicialmente que Inglaterra, dadas sus grandes industrias y proletariado, era el único país con las condiciones económicas para una revolución anticapitalista.
Pero a finales de la década de 1860, su forma de pensar comenzó a cambiar. Marx todavía veía a los trabajadores británicos como portadores de un gran potencial revolucionario, pero comenzó a pensar que la energía revolucionaria podría venir de fuera de los sectores industriales más avanzados de la clase trabajadora inglesa. Marx comenzó a vislumbrar que un levantamiento agrario en Irlanda podría ser la chispa para sacudir a Gran Bretaña y empujarla en una dirección revolucionaria.
Algo más surge en los escritos de Marx a finales de los años 1870 y principios de los 80. Comienza a ver estas revueltas en la periferia no solo como políticamente importantes para fisurar la fortaleza de los países capitalistas centrales, sino también como portadoras de posibilidades comunistas. Realmente se centra en Rusia, que comienza a ver como el nuevo centro de energía revolucionaria en el continente.
En su último escrito, el prefacio de El Manifiesto Comunista de 1882, Marx hace la pregunta: «¿Puede la obshchina rusa, aunque muy socavada, pero aún una forma de propiedad común originaria de la tierra, pasar directamente a la forma superior de propiedad común comunista?» Su respuesta es que «si la Revolución Rusa se convierte en la señal de una revolución proletaria en Occidente, de modo que ambas se complementen entre sí, la actual propiedad común rusa de la tierra puede servir como punto de partida para un desarrollo comunista».
Esto representa un gran cambio de lenguaje del Manifiesto Comunista de 1848. Entonces, Marx argumentó que las viejas relaciones agrarias tenían que ser desarraigadas y destruidas. Por eso apoyaba el libre comercio; quería que el capitalismo se extendiera por todas partes y sacudiera las viejas estructuras precapitalistas. Pero ahora Marx afirma que los elementos dentro de estas estructuras sociales precapitalistas, el llamado comunismo primitivo, podrían ser la base de un movimiento revolucionario.
¿Qué puedes decirnos sobre cómo Marx veía el género y el capitalismo en sus escritos posteriores?
Marx analiza el género de forma bastante extensa hacia el final de su vida. El libro de Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, que de alguna manera es un gran libro, se basó en gran medida en las notas que Marx tomó durante los últimos tres años de su vida. Pero el tema del género fue una de las partes más difíciles de mi libro.
Una de las dificultades fue que, si bien los escritos de Marx sobre las sociedades indígenas (principalmente en las Américas) y sobre la Antigua Grecia y Roma están llenos de discusión sobre el género, este tema no está directamente relacionado con los movimientos revolucionarios y los desafíos al sistema. Sus escritos sobre Irlanda a finales de la década de 1860 o sobre Rusia en la década de 1870 hablan mucho de revolución, pero no mencionan específicamente el género. Es realmente solo al final de su vida, en 1881, que vuelve, por ejemplo, y analiza la cuestión del género en la Irlanda anterior a la colonización británica.
Sin embargo, sus escritos parecen ir un poco en contra de lo que Engels escribió más tarde. Engels dijo que debido a que el patriarcado y las relaciones de género estaban vinculados a la propiedad privada y al Estado, al apuntar a ellos, se estaría apuntando al patriarcado y las relaciones de género. Esta visión llevó a Engels a escribir, adaptando una frase de Hegel: «El derrocamiento del derecho de la madre fue la derrota histórica mundial del sexo femenino».
Sin embargo, cuando Marx analizó las relaciones de género entre los griegos y romanos, no las vio como una dominación ininterrumpida. Marx señaló que de alguna manera las mujeres romanas tenían más libertad que las mujeres atenienses. Esto parece indicar que vio altibajos en las relaciones de género, en lugar de una derrota histórica mundial indiferenciada, como expresó Engels.
Si piensas en una derrota ininterrumpida de las mujeres en la historia mundial, surgen dos problemas. En primer lugar, se tiende a negar la agencia de las mujeres a lo largo de los milenios, como señala Marx en Roma o podría mencionarse en muchos otros contextos.
En segundo lugar, si esta derrota, que consolida el patriarcado, ocurrió más o menos simultáneamente con el auge de la propiedad privada y el Estado, entonces bajo el capitalismo moderno podemos atacar el patriarcado de manera más efectiva apuntando a la propiedad privada capitalista como la base económica tanto del patriarcado como del Estado. Se deduce que los movimientos de mujeres deberían ser auxiliares de la izquierda socialista, no autónomos e independientes. Esa, de hecho, fue la política de los socialistas en la generación posterior a Marx y Engels.
¿Cómo afectaron todas estas opiniones en evolución a las actividades revolucionarias de Marx?
Tomemos Irlanda: Marx y Engels, aunque siempre apoyaron a Irlanda contra Gran Bretaña, inicialmente fueron muy hostiles a los nacionalistas irlandeses burgueses, que consideraban que no se preocupaban por la clase trabajadora. Pero en 1869-70, hubo un movimiento nacionalista progresista en Irlanda, la Hermandad Feniana, que era un movimiento plebeyo tan interesado en bajar las rentas como en echar al ocupante extranjero. No era un movimiento socialista, pero si de clase. Sin embargo, Marx saludó a la Hermandad Feniana y su programa agrario.
Marx también concluyó que se necesitaba un trabajo perseverante para ganar la confianza de los trabajadores irlandeses en Inglaterra, especialmente porque las personas con las que trabajaba en la sección local de la Asociación Internacional de Trabajadores eran en gran parte inglesas. Señaló que era necesario que los trabajadores irlandeses supieran que apoyaban la autodeterminación irlandesa, e incluso la independencia si eso es lo que querían, para derribar el muro de desconfianza, separar a esos trabajadores de los nacionalistas burgueses y reclutarlos para la Internacional.
En Rusia, la situación era bastante diferente. No había ningún movimiento nacionalista, ciertamente ninguno que fuera de izquierda. En cambio, había todo tipo de socialistas. La mayoría eran intelectuales que admiraban El Capital y querían aplicarlo muy dogmáticamente a Rusia. Defendían la necesidad de expulsar a los campesinos de la tierra para industrializar Rusia y crear un proletariado. Marx les dijo que esto no era lo que quería decir. Pero también había otra ala, los populistas, que carecían de claridad teórica, pero a quienes Marx admiraba, ya que ellos también veían cierto potencial revolucionario en el campesinado de Rusia.
Por supuesto, no sabemos qué habría hecho Marx con sus últimos escritos. Pero tenemos el prefacio del Manifiesto Comunista, donde habla de la necesidad de unir estos elementos: el comunismo agrario ruso y el proletariado socialista moderno de Europa Occidental. Para Marx, los dos tenían que encontrar formas de unirse.
¿Cree que los escritos últimos de Marx desafían ciertas ideas predominantes entre los marxistas actuales?
Creo que la noción de progreso es bastante cuestionada en los escritos últimos de Marx. En sus escritos anteriores, Marx ve el cambio del feudalismo al capitalismo como un progreso más lineal. Pero con el tiempo, el costo de este progreso aparece cada vez más en sus escritos.
En el Volumen I de El Capital, Marx escribe que el capitalismo «convierte cualquier progreso económico en una calamidad social», especialmente para la clase trabajadora. Todavía ve el capitalismo en general como un progreso, nunca renunció por completo a ese punto de vista, pero en sus escritos posteriores afirma cosas que no había dicho antes sobre los aspectos negativos del progreso.
La otra cara de la moneda es que comienza a ver posibles bloques para la construcción del socialismo en algunas estructuras sociales colectivistas precapitalistas. Irónicamente, si se hubiera dicho eso en una reunión de marxistas en Rusia en 1900, te hubieran llamado populista, no marxista.
Algunas personas dijeron que Marx hizo una excepción con Rusia debido a su diferente trayectoria de desarrollo. Pero se puede ver en sus escritos sobre la India y las sociedades indígenas en el norte de África y América Latina, que Marx también creía que las estructuras sociales comunales en esas sociedades podrían ser una base para la revolución. Eso es un cambio en relación con sus escritos de las décadas de 1840 y 1950, cuando Marx era consciente de estas estructuras comunales, pero las veía como la base del despotismo oriental y cerradas a cualquier forma de progreso.
¿Qué implicaciones ve en estos escritos para la izquierda hoy en día en términos de subjetividad revolucionaria?
Hoy en día, hay docenas de puntos de vista diferentes dentro de la izquierda global. Pero si nos fijamos en aquellos con grandes niveles de apoyo, podemos señalar fuerzas un poco más reformistas como las que rodean a [los socialistas democráticos estadounidenses] Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez, Jean-Luc Mélenchon [líder de La France Insoumise] y a Jeremy Corbyn [el exlíder laborista británico].
Tienden a centrarse en la clase, el capital, la desigualdad económica, la difícil situación de la clase trabajadora y la necesidad de que los partidos de centro-izquierda se conecten más con el movimiento sindical. Algunos dirán explícitamente que necesitamos alejarnos de los problemas de identidad, como la raza, el género y la sexualidad; que la izquierda habla demasiado de ellos y eso aleja a la clase trabajadora blanca, o no se enfrenta lo suficiente al capital.
Luego está la izquierda que surgió de los movimiento de solidaridad Black Lives Matter y con Palestina, así como gran parte de la izquierda estudiantil, que tiende a priorizar la identidad y ve a los trabajadores blancos como conservadores simplemente porque son blancos y privilegiados, incluso si a menudo las personas que dicen esto son mucho más privilegiadas.
Marx era claramente consciente de la raza, el género y el colonialismo, pero no es suficiente señalar como algo positivo que estuviera más al tanto de todo ello de lo que creíamos. Para Marx, estos problemas siempre estuvieron conectados con el capital y la clase, eso es lo que tan a menudo falta hoy en día.
Los escritos de Marx pueden ayudarnos a darnos cuenta de que necesitamos fusionar estas dos izquierdas. No me refiero de una manera manera populista y acrítica, pero ninguna de las partes puede simplemente descartar a la otra, ya que hay mucha energía radical en ambas. Tenemos que encontrar formas de tener un verdadero diálogo y unidad.
El movimiento pro Palestina hoy nos ofrece una oportunidad, porque ambas izquierdas participan decididamente en este movimiento. La oportunidad de tener algún tipo de diálogo está ahí. El potencial se vio en la impresionante victoria electoral de [el candidato socialista demócrata] Zohran Mamdani en Nueva York, un rayo de esperanza en un país bajo la creciente amenaza del fascismo trumpista.
Francia es otro ejemplo en el que, por un lado, hay un gigantesco movimiento obrero, como se ve en las huelgas masivas de 2023 y, por otro lado, explosiones regulares de indignación en las banlieues [suburbios pobres] contra la brutalidad policial ese mismo año. Sin embargo, ambos movimientos han tenido muy poca conexión entre sí.
Lo que Marx decía en sus escritos sobre Irlanda es que tenemos que encontrar formas de reagrupar a los trabajadores: a los movimiento sociales con el levantamiento de los suburbios, porque estos jóvenes de color, a menudo semi-empleados, se encuentran entre los más oprimidos de la población. Desafortunadamente, los sindicatos no lo han hecho, aunque el grupo de Mélenchon realmente ha tratado de involucrar a estos sectores en la izquierda socialista, lo cual es importante.
Y en la medida en que esto se relaciona con el tema del colonialismo en los escritos de Marx, estos son igual o incluso más importantes hoy en día cuando se analiza cómo las diferentes luchas locales han impactado y alentado tantas otras en todo el mundo. Un gran ejemplo es cómo los levantamientos árabes de 2011 provocaron muchos movimientos de protesta, comenzando por Occupy Wall Street en los Estados Unidos ese mismo año.
Cuando hablamos de pueblos colonizados o semicolonizados, o pueblos de la periferia, estamos tratando de personas cuyas condiciones de vida y de trabajo son peores, y con niveles de explotación más altos, que los trabajadores en los países capitalistas centrales. Son ellos los actores de muchos de los levantamientos actuales. Creo que hoy en día hay más conciencia de que estas luchas pueden tener un impacto más allá de divisiones geográficas, culturales y lingüísticas.
Fuente: Links
Traducción: G. Buster, Sin permiso