
por Antonio Abal O.
“Apoyo a Samuel Doria Medina”. “Si gana Andrónico no invertiré en Bolivia”. Con estas palabras queda confirmado el retorno de la política republicana, esa que se manejaba con el “cheque contra cheque”.
El llamado Estado Republicano, fue un periodo histórico dominado por dos prácticas: la primera con el protagonismo militar, que basada en las armas daba golpe contra golpe para hacerse del poder político y favorecer a los intereses económicos de los dueños de las minas, de las tierras y del comercio. Esta práctica de los golpes fue reemplazada con la organización de “partidos políticos” cuyos representantes se encontraban ligados a los grupos de terratenientes y dueños de las minas. Por supuesto que las grandes mayorías de pueblos originarios no votaban, ni las mujeres que vivían en las ciudades. Entonces la característica de este periodo histórico no es otro que el gobierno de las elites económicamente poderosas, unas veces encargadas a militares y otras con administración directa o mediante sus abogados.
Hoy hemos retornado a esa práctica de la política. Un empresario quiere ser presidente, ahora con fuertes inversiones en propaganda para hacer negocios entre empresarios, intención que fue confirmada con las conversaciones con empresarios ligados a la explotación del litio.
Por otra parte, el gobierno actual, que llegó al poder mediante el voto popular adoptó la premisa liberal de: “dejar hacer y dejar pasar” y de esta manera favorecer la especulación, la subida de precios, el contrabando, la acumulación de divisas en bancos extranjeros y suprimiendo impuestos a los exportadores. Esta forma de gobernar era propia de la República. Cuando un militar nacionalista quiso cambiar esta situación, los dueños de las minas y los terratenientes, utilizando los medios de comunicación de la época como la prensa y la radio, lograron que una parte del pueblo se levantara contra el gobierno y el presidente fuera colgado de un farol en la Plaza Murillo de la sede de gobierno. Era un 21 de julio de 1946.
No cabe duda que nos encontramos viviendo en una época republicana donde no existe ni un ápice del Estado Plurinacional. Los pocos rostros indígenas de gobierno se han tornado blancos, al mejor estilo de los “pongos políticos” de la era MNRista.
Las elites desplazadas del gobierno (no del poder) pretenden retornar al gobierno para “abrirse al mundo”, es decir, a ofrecer nuestros recursos naturales al mejor postor extranjero. Ya existen los compromisos previos, lo han declarado los mismos candidatos. De igual manera hemos perdido los territorios de la costa, del Acre y el Chaco. Intereses extranjeros definían nuestra política interna, hasta hace muy poco las leyes se redactaban en inglés (periodo neoliberal) y el desprecio por el pueblo era evidente. Lo gringo era la imagen que se debería imitar hasta llegar a los actos ridículos de disfrazarse de cowboys para una fiesta en la embajada de EEUU. Ese era el nivel de sometimiento de los gobiernos republicanos.
Volver a los gobiernos de elites económicas, es retornar a una sociedad jerarquizada, de una anulación de derechos conquistados (como ocurre en la Argentina) y de saqueo de materias primas porque se sostiene que los bolivianos y bolivianas “no tenemos capacidad”. Será por este motivo que en los actuales programas de gobierno, los pueblos originarios, los campesinos productores son ignorados. Todos los planes de gobierno señalan a la agroindustria como el “salvador” de la economía boliviana; cuando hemos visto que en estos años han tenido las mejores facilidades otorgadas por el gobierno y, sin embargo, han carecido de la capacidad y la intención de retornar sus divisas depositadas en la banca “off shore”. Por el contrario, han quebrado normas de cuidado ambiental para expandir su frontera agrícola. La agroindustria en Bolivia no es una agricultura de la vida, es una agricultura de la muerte por el uso de transgénicos y sus paquetes de químicos, que comprobados como está son mortales.
El Estado republicano se edificó con los impuestos de las grandes masas campesinas, se edificó sobre las masacres de mineros y campesinos. Este es el “futuro” que nos ofrecen los candidatos republicanos. Primero masacres blancas con el justificativo de “achicar el Estado” y luego en su fase de entreguismo de materias primas, con la represión a todos los movimientos de resistencia a las privatizaciones y la entrega del litio, tierras raras, minerales, bosques, etc.
¿Tenemos la suficiente madurez, como para frenar estos intentos? El reto será definido en el mes de agosto.