
por Chavela Villamil
Es propio del modelo económico la acumulación de capital en un reducido grupo plutocrático, lo que implica que otros sectores diezmen el acceso a recursos, lo que exacerba la pobreza (monetaria y multidimensional) e incrementa la brecha de desigualdad.
El modelo en sí mismo suscita la desigualdad socioeconómica y para sostenerse incrementa constantemente los índices de pobreza (multidimensional y monetaria), indicadores que afectan con mayor fuerza a países dependientes de la economía externa; además, los fenómenos macroeconómicos que han venido desarrollándose durante los últimos años, han generado una desaceleración global de la economía, suscitado un incremento de la inflación y la disminución del Producto Interno Bruto; esto genera una caída abrupta del poder adquisitivo per cápita que a su vez suscita una caída brutal de la demanda que estanca la economía, exacerbando el déficit de costo de vida y acercándonos a una inevitable recesión, que podría evolucionar y transformarse en un periodo de estanflación.
Crece la desigualdad y escasea la comida
El panorama de la inseguridad alimentaria continúa creciendo aceleradamente a nivel global, según el Informe Global de Crisis Alimentarias (GRFC, por sus siglas en inglés), en colaboración con la FAO y otras agencias de la ONU, aunque mejoró marginalmente en comparación con el año anterior, sigue siendo crítica en comparación con los niveles prepandémicos. Actualmente más de 300 millones de personas enfrentan desafíos agudos para asegurar una nutrición adecuada; el informe destaca que durante el 2023, casi 24 millones más de personas, enfrentaron altos niveles de inseguridad alimentaria aguda.
Según el GRFC en países con datos comparables entre 2022 y 2023, la inseguridad alimentaria aguda se agravó en 12 de ellos, es decir en 2023 surgieron 13,5 millones de personas adicionales, que necesitaban urgentemente asistencia alimentaria y de subsistencia. De estas personas, dos tercios estaban ubicadas en Sudán. Mientras tanto, en 17 países la seguridad alimentaria mejoró, lo que significó que 7,2 millones de personas menos enfrentaron altos niveles de inseguridad alimentaria aguda.
Treinta y seis países han aparecido constantemente en los análisis de GRFC desde 2016, lo que refleja años continuos de hambre aguda, que actualmente representan el 80 por ciento de los más hambrientos del mundo; de igual forma, ha habido un aumento de un millón de personas que enfrentan niveles de emergencia (Fase 4 de la CIF/CH) de inseguridad alimentaria aguda en 39 países y territorios, con el mayor aumento en Sudán.
En este mismo contexto, en 2023, más de 705.000 personas se encontraban en el nivel de inseguridad alimentaria de Catástrofe (Fase 5 de la CIF/CH) y en riesgo de morir de hambre: la cifra más alta en la historia de informes del GRFC y cuatro veces más que 2016. La situación actual en la Franja de Gaza da cuenta para el 80 por ciento de quienes enfrentan una hambruna inminente, junto con Sudán del Sur, Burkina Faso, Somalia y Malí.
En el citado Informe por primera vez aparece la población colombiana en los indicadores de inseguridad alimentaria aguda, el informe es categórico al afirmar que, “entre población residente de Colombia y migrantes y refugiados, sostiene que la primera padece uno de los niveles más altos de pobreza, desigualdad de ingresos e informalidad laboral de la región, pese a ser un país de ingresos medios o altos, con una alta capacidad gubernamental para apoyar a su población”. En total 1,3 millones de personas o el 3 por ciento de la población residente de Colombia, enfrentó a graves niveles de inseguridad alimentaria aguda, sobre todo en las zonas rurales, debido a los bajos ingresos y la alta vulnerabilidad a los fenómenos meteorológicos externos.
Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), en nuestro país más de 17 millones de personas no cuentan con acceso a los alimentos básicos, 19.634.410 de personas (33,6 por ciento) padecen pobreza monetaria, mientras en centros poblados y rurales dispersos la cifra aumenta al 45,9 por ciento. El año anterior 33,20 por ciento de las familias colombianas se vieron obligadas a gastar sus módicos ahorros para cubrir los alimentos básicos, otros cubrieron estos gastos con créditos de consumo, otro marcado porcentaje recurrió a la reduflación [*], para no caer en la marginalidad; según el DANE, el 43,4 de los hogares declararon haber tenido dificultades para acceder a los alimentos en los últimos seis meses del 2023.
Requerimos nuevos paradigmas económicos
El déficit alimentario obedece a la marcada pérdida de poder adquisitivo per cápita que vienen experimentando las familias. En 2023 este índice osciló en 34,9 por ciento; es decir, por cada 10.000 pesos de ingresos recibidos, su capacidad de compra decreció en 3.490 pesos. Acabar la inseguridad alimentaria implica cambios trascendentales en el modelo económico y productivo del país, que deben empezar por renegociar los TLC e invertir de manera integral en la producción nacional, para poder solventar el consumo interno y disminuir importaciones.
La reactivación económica depende del incremento del poder adquisitivo per cápita, ya que este es el encargado de incrementar la demanda y por ende aumentar la fluctuación de masa monetaria. Actualmente 6 de cada 10 colombianos vive del empleo informal o rebusque, que no les permite ni siquiera solventar los gastos básicos, lo que directamente incrementa los indicadores de pobreza.
Reactivar nuestra economía tiene implícito una política económica centrada en la formalización del empleo, una tributación cargada sobre los grandes capitales, de orden redistributivo y sin destinarla al Gasto Corriente (burocracia, guerra, pago de intereses de la Deuda Externa); solo de esta manera, es posible incrementar el capital líquido circulante y frenar la caída abrupta de la demanda, que desacelera la economía y desembocaría en una inevitable estanflación.
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[*] Reduflación: disminución de la cantidad o calidad de un producto sin alterar su precio.
Fuente: ELN Voces