
por Camilo Katari
La inversión en la política comienza en las transacciones mercantiles entre medios de comunicación y el candidato-producto a ser vendido. Para esto se requiere a los expertos en marketing que se ocupan de vender colorante de cabello, jarabe de la vida eterna o “la mágica crema blanca que te hace bella”. Nada más se trata de cambiar el nombre del papel higiénico por el nombre de un candidato y publicar encuestas que demuestren que su producto es “el más mejor”. Así opera el mercado electoral. Entonces, tenemos que ser muy ingenuos, para creer que cumplirán lo que dicen. El mejor ejemplo es el señor Milei, que prometió cambiar la moneda argentina por el dólar, prometió que el pueblo no sufriría por los ajustes económicos, pues los ajustes los pagaría “la casta”, prometió hacer volar el Banco Central…prometió…prometió.
¿Cómo defenderse de esta avalancha de promesas electorales? Muy sencillo, apelando a la memoria. Hace pocos días hablé de este tema con unos ciudadanos preocupados por la “fatalidad y tragedia que se avecina”, haciendo alusión a la posible victoria de la derecha política en Bolivia, y ponían como ejemplo el gobierno del dictador Banzer que ganó las elecciones, demostrando que “el pueblo no tiene memoria”. ¡Error! El pueblo sí tiene memoria, por eso Banzer no llegó ni al 25% de votos (logró un 22,26%) en las elecciones de 1997. Incluso el voto de Banzer es un reflejo de la memoria de los sectores protegidos y promovidos durante su dictadura, como los agroindustriales, desperdigados hoy en todos los partidos de derecha por el fracaso de imponer su modelo de “nación camba” a todo el país, como aún sostienen algunas neuronas racistas del Comité Cívico de Santa Cruz.
La memoria tiene que poner en su justo lugar histórico a los señores Quiroga, Doria Medina y Reyes Villa, cada uno con un largo recorrido en su angurria de poder. Un heredero de una familia que hizo dinero con negocios con el Estado, un burócrata maltratado por la esposa del ex dictador y un negociante inmobiliario que privatizó el agua en Cochabamba y no pudo en todos los años que fue alcalde, solucionar el tema de la basura. Esa es la característica de su “experiencia” en el gobierno local, manteniendo su voto con los favores a los dirigentes corruptos de juntas vecinales y de gremiales.
Estos tres candidatos, no debemos olvidar, son los responsables directos de la muerte de bolivianos y bolivianas en los trágicos días de noviembre del año 2019. Este es un hecho que debemos recordarles todos los días. Estos hechos contradicen todas las promesas que pueden hacer buscando “el progreso del país”. Los hechos nos demuestras que son capaces de volver a utilizar la muerte para justificar sus políticas antinacionales como la privatización de los activos, que son las inversiones del trabajo de todos los bolivianos y bolivianas. Claro, ya tienen experiencia en la tajada que recibirán por “chauchitar” el capital acumulado por el Estado.
Este trío, que no tiene diferencias en su manera de pensar y actuar (sus enfrentamientos en la TV son solo parte del show, recomendado por sus marketineros) está convencido que el futuro les pertenece. Lamentamos darles una mala noticia el futuro es siempre construido por el pueblo, por eso tuvimos una rebelión popular en 1952, una gloriosa huelga de hambre en 1978, la guerra del agua del año 2000 y la guerra del gas del año 2003. El pueblo siempre ha frenado los intentos de vender nuestros recursos naturales para provecho de grupos o personas. Esa es la historia de nuestro país, una lucha permanente del pueblo contra dictadores, presidentes negociantes, jueces y policías corruptos, alcaldes mentirosos y ladrones, empresarios subvencionados cuyas ganancias nunca retornan al país, et, etc., y esas luchas están presentes en la memoria colectiva del pueblo, claro que no en la memoria de racistas acomplejados y de colonizados que aun teniendo raíces indias se venden a los hijos de los patrones, para “blanquearse”.
Esa memoria histórica se hará presente a la hora del voto, que será una bofetada a las encuestas pagadas y a los rostros sonrientes que prometen que en 100 días abrirán las puertas del infierno.