
por Michael Roberts
La semana pasada, las megacompañías tecnológicas –las llamadas Siete Magníficas [1]– presentaron sus últimos resultados financieros. Parecían exitosos. Pintaron un panorama de una economía en auge, respaldando la afirmación del presidente Trump de que Estados Unidos “es el país más caliente del mundo” (no se refería al calentamiento global). Al mismo tiempo, Trump anunció su última ronda de medidas arancelarias sobre las exportaciones de productos de otros países a Estados Unidos. El mercado bursátil estadounidense siguió cerca de máximos históricos.
Los medios financieros alabaron los resultados tecnológicos e incluso se sumaron a las afirmaciones de la Administración Trump de que todos los temores sobre el impacto de las medidas arancelarias de Trump en el crecimiento económico y la inflación de Estados Unidos habían resultado infundados.

Pero cuanto más se analizan los datos que se esconden tras el entusiasmo del mercado bursátil y las afirmaciones de Trump, más se ve que la realidad es mucho menos halagüeña. Bajo la superficie, gran parte de las empresas estadounidenses se enfrentan a una ralentización de los beneficios y a la incertidumbre generada por la agresiva guerra comercial de Trump. Según datos de FactSet, casi dos tercios de las empresas del S&P 500 han presentado sus resultados del segundo trimestre, y los beneficios de las empresas de consumo básico y materiales han caído un 0,1 % y un 5 % interanual, respectivamente. De hecho, según Société Générale, el 52 % de las empresas del S&P 500 que han publicado sus resultados han registrado una disminución en sus márgenes de beneficio.
Las diez mayores empresas del S&P 500 representan un tercio de los beneficios totales del índice, y los sectores tecnológico y financiero han registrado un crecimiento interanual de sus beneficios trimestrales del 41 % y el 12,8 %, respectivamente.

Y cuando analizamos los resultados de las Siete Magníficas, encontramos que, contrariamente a la opinión de los medios financieros, el aumento de sus beneficios no se debe a los ingresos y beneficios acumulados gracias a las enormes inversiones en IA realizadas por estas empresas, sino a los servicios existentes creados a raíz del anterior auge tecnológico de Internet y las redes sociales. Las acciones de Meta (Facebook) subieron más de un 11 % tras la publicación de sus resultados, lo que supuso un aumento de más de 150 000 millones de dólares en su valor de mercado. Sin embargo, el aumento de los beneficios se debió al incremento de los ingresos publicitarios de los servicios existentes, y no a la IA.

Zuckerberg, director ejecutivo de Meta, proclamó que está invirtiendo cada vez más en centros de datos y fuentes de energía para IA. “Estamos realizando todas estas inversiones porque estamos convencidos de que la superinteligencia va a mejorar todos los aspectos de lo que hacemos desde una perspectiva empresarial”, afirmó Zuckerberg en una conferencia con inversores. Sin embargo, la directora financiera de Meta, Susan Li, afirmó que Meta no esperaba obtener ingresos significativos de su apuesta por la IA generativa este año ni en 2026. Además, la empresa advirtió de que los costos de construcción de la infraestructura necesaria para respaldar sus ambiciones en materia de IA estaban aumentando. Meta elevó el límite inferior de su previsión de gastos de capital para 2025 a entre 66 000 y 72 000 millones de dólares. Afirmó que esperaba que el crecimiento interanual de sus gastos en 2026 fuera superior a la tasa de crecimiento de 2025, citando el aumento de los costos de infraestructura y el crecimiento de la remuneración de los empleados debido a sus esfuerzos en materia de IA.
En Microsoft, los beneficios trimestrales se dispararon gracias a los ingresos récord de su división de computación en la nube. Pero también busca obtener beneficios futuros de su enorme inversión en inteligencia artificial. La directora financiera, Amy Hood, afirmó que el gasto de Microsoft en centros de datos aumentaría hasta los 120 000 millones de dólares en 2026, frente a los 88 200 millones de 2025, y casi cuadruplicaría los 32 000 millones de 2023. “Estamos atravesando un cambio tecnológico generacional con la IA… Lideramos la ola de infraestructura de IA y hemos ganado cuota de mercado cada trimestre de este año, y seguimos ampliando la capacidad de nuestros centros de datos más rápido que cualquier otro competidor”. Sin embargo, hasta ahora los ingresos procedentes de la IA son escasos o nulos. Las aplicaciones de IA Copilot cuentan ahora con 100 millones de usuarios mensuales, Gemini de Google con 450 millones y el líder del mercado, ChatGPT, con más de 600 millones. Sin embargo, solo el 3 % paga realmente por la IA.

Los gastos de capital de Microsoft y Meta ya representan más de un tercio de sus ventas totales. De hecho, el gasto en capital para IA contribuyó más al crecimiento de la economía estadounidense en los dos últimos trimestres que todo el gasto en consumo.

Y el auge de la inversión en IA aún no ha llegado a su fin. La construcción de centros de datos en EE UU. alcanzó otro récord en junio, superando los 40 000 millones de dólares anualizados por primera vez. Esto supone un aumento del 28 % con respecto al mismo periodo del año pasado y del 190 % desde el lanzamiento de ChatGPT hace casi tres años.

Pero este auge del mercado bursátil, impulsado por el entusiasmo por la IA, está cada vez más desfasado con respecto al resto de la economía estadounidense.

Tomemos como ejemplo las últimas cifras del PIB real de EE UU. Después de que los datos mostraran que la zona euro solo creció un 0,1 % en el segundo trimestre de 2025, los datos estadounidenses revelaron un aumento del PIB real del 0,7 %, lo que se tradujo en una tasa anualizada del 3,0 %, superior a las previsiones. Trump celebró el resultado. Sin embargo, la tasa de crecimiento general se debió principalmente a una fuerte caída de las importaciones de bienes (-30 %), a medida que empezaban a notarse los efectos del aumento de los aranceles. La caída de las importaciones supuso un fuerte aumento del comercio neto (es decir, las exportaciones menos las importaciones), lo que contribuyó al PIB. Excluyendo el comercio y el impacto de los aranceles, las ventas finales reales a compradores privados nacionales, la suma del gasto interno en consumo y la inversión fija privada bruta, se ralentizaron hasta alcanzar un aumento de solo el 1,2 %, frente al 1,9 % del primer trimestre.
De hecho, el crecimiento de la inversión se redujo en el segundo trimestre, con un aumento de solo el 0,4 % frente al 7,6 % del primer trimestre. La inversión en equipos creció solo un 4,8 % en comparación con el enorme aumento del 23,7 % del primer trimestre, mientras que la inversión en nuevas estructuras (fábricas, centros de datos y oficinas) cayó un 10,3 % en el segundo trimestre, tras haber descendido también un 2,4 % en el primer trimestre. Analizando todos estos cambios volátiles, el panorama global es que la economía estadounidense creció un 2,0 % en términos reales en el segundo trimestre de 2025 con respecto al mismo periodo de 2024, al mismo ritmo que en el primer trimestre. La economía estadounidense sigue comportándose mejor que la zona euro y Japón, pero a menos de la mitad del ritmo de China.

Fuente: BEA
El economista mainstream Jason Furman señala que el crecimiento real del PIB de EE UU durante la primera mitad de 2025 fue de solo un 1,2 % anual, muy por debajo del ritmo de 2024. Por lo tanto, es probable que la tasa actual del 2 % anual, como se indica arriba, siga bajando.

Fuente: Jason Furman

Y luego está el empleo. Los últimos datos sobre el crecimiento del empleo en EE UU fueron desastrosos. La Oficina de Estadísticas Laborales de EE UU indicó que en julio solo se produjo un ligero aumento de 73 000 puestos de trabajo y que los datos de mayo y junio se revisaron a la baja, mientras que la tasa de desempleo aumentó. De hecho, solo se han creado 106 000 puestos de trabajo entre mayo y julio, lo que supone un fuerte descenso con respecto a los 380 000 creados en los tres meses anteriores.

Este es ahora el peor mercado laboral de Estados Unidos desde el final de la recesión provocada por la pandemia. Los despidos se encuentran en su nivel más alto, con casi 750 000 puestos de trabajo destruidos en el primer semestre de 2025. Incluso el sector tecnológico, que estaba en auge, ha sufrido pérdidas de empleo. En todos los subsectores, el crecimiento del empleo sigue estando muy por debajo del máximo alcanzado en la era tecnológica de 2022 o incluso de la era pre-COVID.

Echar las culpas al mensajero. Tras conocerse las cifras de empleo de julio, Trump afirmó que la economía estadounidense nunca había sido tan fuerte, que las cifras habían sido manipuladas y, por ello, destituyó a la veterana directora de la Oficina de Estadísticas Laborales. Es cierto que las estadísticas de empleo son volátiles y que a la Oficina le resulta difícil conciliar las diferentes medidas de crecimiento del empleo, pero lo irónico de la decisión de Trump es que las estimaciones de la Oficina sobre el empleo asalariado son cada vez más precisas, y no menos.

La realidad es que la economía estadounidense lleva tiempo ralentizándose y, con ella, el crecimiento del empleo. De hecho, Estados Unidos ha perdido 116 000 puestos de trabajo en el sector manufacturero durante el último año, lo que supone el ritmo más rápido de pérdida de empleo desde el inicio de la pandemia y peor que en cualquier periodo entre 2011 y 2019. Las fuertes caídas en los sectores del transporte (-49 000) y la electrónica (-32 000) han impulsado la mayor parte del descenso
Y luego está la inflación. Lejos de descender con la desaceleración de la economía, las tasas oficiales se mantienen obstinadamente cerca del 3 % anual, en lugar del objetivo del 2 % fijado por la Reserva Federal de Estados Unidos.

Fuente: Furman
Se podría pensar que un punto porcentual no supone una gran diferencia, pero hay que recordar que los consumidores estadounidenses han sufrido un aumento medio del 20 % en los precios desde el final de la recesión provocada por la pandemia y que, con el crecimiento medio de los salarios ralentizándose ahora hacia el 3 % anual, cualquier mejora real en el nivel de vida desaparece.

Fuente: Fed de Atlanta
Los ingresos semanales reales medios de las y los empleados a tiempo completo se sitúan ahora al mismo nivel que justo antes de la pandemia, hace unos cinco años.
Todo esto ocurre mucho antes de que los aranceles de Trump empiecen a afectar a la economía y a los consumidores estadounidenses. Como dijo el presidente de la Reserva Federal, Jay Powell: “Hasta ahora, las empresas estadounidenses han absorbido los aranceles de Trump, pero al final la carga recaerá sobre los consumidores estadounidenses”. Las últimas medidas arancelarias de Trump son un desastre sin sentido. Ha aumentado los aranceles a algunos países y sectores, pero no a otros. Desde que Trump asumió el cargo, el tipo arancelario medio efectivo de Estados Unidos sobre todos los productos procedentes del extranjero se ha disparado hasta alcanzar su nivel más alto en casi un siglo: el 18,2 %, según el Budget Lab de Yale.

Fuente: The Budget Lab
Trump afirma que el aumento de los aranceles a las importaciones está generando miles de millones de ingresos adicionales para un Gobierno que registra un enorme déficit presupuestario de alrededor del 6 % del PIB anual. Pero esos miles de millones adicionales son insignificantes en comparación con el déficit, y se están perdiendo ingresos debido a los recortes de Trump a los impuestos sobre los beneficios de las empresas y, sobre todo, a la desaceleración de la economía. Mientras tanto, el déficit comercial de Estados Unidos es aproximadamente un 50 % superior al del año pasado y será aún mayor en 2025, mientras que el crecimiento del PIB será más débil.
Los aranceles suelen ser pagados por el importador del producto afectado. Si el arancel sobre ese producto pasa repentinamente del 0 % al 15 %, el importador intentará repercutirlo. Hasta ahora, muchos se han resistido y han tratado de absorber el costo adicional. Alrededor del 50 % afirma que está “absorbiendo los aumentos de costos internamente”. Pero, en última instancia, las subidas de los aranceles se trasladarán a los precios al consumo. El Budget Lab de Yale estima que el impacto a corto plazo de los aranceles de Trump será un aumento del 1,8 % en los precios estadounidenses, lo que equivale a una pérdida media de ingresos de 2400 dólares por hogar estadounidense.
Pero los aranceles también provocarán una menor inversión en el país, ya que los fabricantes estadounidenses verán cómo aumentan significativamente los costos de importación de componentes del extranjero y los sustitutos nacionales (si existen) serán más caros. Los márgenes de beneficio se verán reducidos incluso si se suben los precios para compensar. Esto aumentará la presión a la baja sobre el crecimiento económico estadounidense. El Budget Lab de Yale calcula que, si se mantienen tal y como están ahora, los aranceles de Trump reducirán el crecimiento del PIB en 0,6 puntos porcentuales durante el resto de este año y el próximo (lo que significa que la tasa de crecimiento actual, inferior al 2 %, podría caer por debajo del 1 % a finales de 2026). Como he argumentado anteriormente, la economía estadounidense entraría entonces en un periodo de estanflación, en el que el crecimiento económico se ralentizaría hasta casi detenerse, mientras que el desempleo aumentaría junto con la inflación.
Esto coloca a la Reserva Federal de EE UU ante un grave dilema. La semana pasada, el comité de política monetaria de la Fed decidió no bajar los tipos de interés oficiales. El tipo de interés oficial de la Fed, que fija el suelo para todos los tipos de interés de los préstamos en EE UU y, a menudo, en todo el mundo, se mantuvo en el 4,25 % por quinta reunión consecutiva. Esto a pesar de las amenazas del presidente Donald Trump, que quiere una rebaja considerable y afirma que destituirá al presidente de la Fed, Jerome Powell, si no la consigue. Pero si la Fed recorta los tipos, eso debilitará su capacidad (tal y como está) para controlar la inflación y cumplir el objetivo del 2 %. Por otro lado, si sigue manteniendo los tipos altos, aumentará los costos de financiación de las empresas y los hogares, lo que obligará a recortar aún más la inversión y el empleo.
Ya he argumentado en otras ocasiones que la política monetaria de la Fed tiene poco efecto sobre la economía: lo que importa son los beneficios y su efecto sobre la inversión. Pero el dilema de la Fed entre el aumento de la inflación y el aumento del desempleo resume el creciente entorno de estanflación en Estados Unidos. Y el impacto de los aranceles comerciales de Trump aún no se ha dejado sentir plenamente. Por lo tanto, la Fed se enfrenta a la perspectiva de una economía en estanflación.
Mientras tanto, se acelera el auge del gasto en capacidad de IA. Las Siete Magníficas empresas tecnológicas están pagando por ello agotando sus reservas de efectivo y endeudándose más. De la inversión prevista en centros de datos de IA, que asciende a casi 3 billones de dólares para 2028, la mitad procederá del agotamiento de los flujos de caja y, cada vez más, casi un tercio de lo que se denomina crédito privado.

Las empresas tecnológicas están pidiendo menos préstamos en la forma tradicional de emisión de bonos corporativos o préstamos bancarios y, en su lugar, optan por obtener crédito de empresas de crédito privadas que recaudan dinero de fondos de cobertura, fondos de pensiones y otras instituciones y luego lo prestan. Estos vehículos de crédito no están regulados como los mercados de bonos o los bancos. Por lo tanto, si las cosas salen mal en la burbuja de la IA, podría producirse una reacción rápida en los mercados de crédito.

Estados Unidos tiene un mercado bursátil en máximos históricos, un gasto ilimitado en capacidad de IA por parte de los gigantes tecnológicos, junto con un fuerte aumento del endeudamiento para financiarlo; pero aún no hay señales de ingresos o beneficios significativos procedentes de la IA y, además, una ralentización del resto de la economía, un déficit comercial en bienes cada vez mayor y un aumento del desempleo y los precios. Todo ello al entrar en la segunda mitad de 2025.
Traducción: viento sur
[1] Las Siete Magníficas es un término con el que se hace referencia a siete gigantes tecnológicos estadounidenses: Apple, Microsoft, Amazon, Alphabet, Meta, Nvidia y Tesla (NdR).