
por Antonio Abal O.
La historia de Bolivia en temas electorales tiene variadas e inesperadas anécdotas, como el ”duelo de Titanes” entre Víctor Paz y Hernán Siles; o el famoso “triple empate” que dio el gobierno al tercero en la elección. Hoy una nueva “sorpresa” sacude el mundillo político y es que un ex alcalde y un ex policía, ganaron las elecciones, por encima de los favoritos de las encuestas, claramente amañadas.
¿Rodrigo Paz es “otra derecha”? Muchas opiniones favorables a Paz, señalan que es de “centro izquierda”, otros que es socialdemócrata, pero si analizamos con cuidado su programa y muchas de sus declaraciones públicas, no cabe ninguna duda que pertenece al club neoliberal. Privatizar empresas, achicar el Estado (“Estado tranca”) y una propuesta de “capitalismo popular” no son propuestas populares y mucho menos de izquierda.
La población boliviana tiene un presente que anula su memoria histórica y le obliga a mirar solamente la coyuntura y en ese estado de vulnerabilidad, los discursos que identifican a los culpables son muy efectivos. Así el discurso de un policía víctima del sistema corrupto de su institución y que señala como uno de los grandes males, es una narrativa fuerte. ¿Quién no sufrió algún tipo de extorsión por parte de miembros de la policía? Si a esto añadimos el angustiante cuadro de inflación económica, que se sufre día a día, tenemos a disposición la “masa crítica” que de manera consciente o inconsciente se apropia del discurso y decide su voto por “el mal menor”, que como vivimos en 1985 fue la tragedia mayor, iniciando el ciclo neoliberal.
Con la misma lógica del “mal menor” se trató de influir para una votación concentrada de la “izquierda” en Alianza Popular. Pese a todos los esfuerzos, la poca receptividad demostrada a las sugerencias de cambios en la fórmula, especialmente de la candidata a vicepresidenta y la primera senadora por el departamento de La Paz, tuvo su efecto. ¿Qué rumbo tomará Andrónico Rodríguez, luego de esta amarga experiencia? Debemos considerar que el paraguas del partido Tercer Sistema fue el más favorecido y continuará presto a negociar su sigla en futuros escenarios electorales.
Esperemos que Samuel Doria Medina haya aprendido la lección y se dedique a sus “emprendimientos” ya que su larga presencia en el campo político no le ha dado el rédito buscado. Claro que tendrá una bancada respetable, que como sabemos, cuesta mantenerla unida y casi siempre termina en desbande (caso Comunidad Ciudadana) cuando no existe un fuerte liderazgo. Es convencimiento nuestro que Doria Medina tiene a la política como un hobby, un pasatiempo que le permite procesos de distensión en su vida empresarial, por lo que asumimos que seguirá manteniendo cierta actividad política a través de su presencia en los medios de comunicación.
Estas elecciones son calificadas como “la muerte de la izquierda” o el “fin del masismo”. Probablemente sí sea el fin del masismo, si es que no ocurre que por un mínimo de dignidad la actual directiva del MAS-IPSP, realice un congreso de unidad incluida la presencia de Morales, caso contrario es casi definitivo el ver languidecer al que fue “el partido más grande de la historia de Bolivia”.
Respecto de la anunciada muerte de la izquierda, se debe tomar en cuenta qué se entiende por “izquierda”. La superficial mirada del fenómeno político del MAS-IPSP, encasilla en un cliché, que no corresponde, a una organización política que nace principalmente con objetivos claros de autodeterminación, descolonización y un cambio profundo del Estado. Lamentablemente en el transcurrir del ejercicio del poder político, el MAS-IPSP solamente se dedicó a gobernar el país y se olvidó de esos principios rectores, convirtiéndose en una efectiva maquinaria electoral, relegando las tareas para desmontar los dispositivos de reproducción del Estado colonial-oligárquico, incluso llegando a pactar con sectores de la burguesía criolla, que fueron bastante favorecidos con un gobierno
“socialista”.
Estamos convencidos que los grandes sectores que fueron las bases del “Instrumento” nunca se sintieron o asumieron completamente su condición socialista, sino que se expresaban como sectores oprimidos culturalmente por una sociedad racista. No otra cosa significó el pedido de cambio de la candidata a vicepresidenta de la Alianza Popular.
La gestión de gobierno y el intrincado juego de intereses individuales debilitó la relación orgánica del Pacto de Unidad y con ello la profundización del debate político ideológico en el seno de los “movimientos sociales” que a la larga se convirtieron en agencias de empleos o funcionales al gobierno, perdiendo toda iniciativa de clase como ocurrió con la Central Obrera Boliviana (COB).
Estas elecciones, vistas en perspectiva, nos demuestran los recurrentes errores de intentos por transformar el país. Una y otra vez las pulsaciones revolucionarias, producto de la acumulación de fuerza social, terminan en prácticas políticas tradicionales y de esta situación no podemos culpar al “imperialismo”. La falta de una práctica de autocrítica y la firmeza de objetivos ha debilitado esa acumulación de potencia revolucionaria, nacida en los levantamientos Amaru-Kataristas y condensada luego en la CSUTCB y las “Bartolinas”, verdaderos gestores del proceso de cambio, de los objetivos y también de los extravíos y errores cometidos.
Son tiempos de acción y reflexión, de reorganización y resistencia, superando las miserias de proyectos personales. Retornar a los orígenes del Instrumento Político, es un imperativo, las muertes anunciadas no deben afectar a un cuerpo que resiste ya casi 500 años y que sabe la ruta de la defensa de la vida.