
por Luis Casado
La pregunta viene directa, mi pana tiene el ceño fruncido y en la cara una expresión de extrema incredulidad: “¡¿Es verdad que en Francia los servicios médicos son gratis?!”
En esto aplica la Ley de Brandolini, o principio de asimetría de las boludeces: se trata de un aforismo según el cual el tiempo y la energía necesarios para refutar una estupidez son superiores a los necesarios para expresarla. Ergo, paciencia y largas explicaciones.
Los candidatos neofascistas a la presidencia de lo que queda suelen repetir hasta el cansancio que le van a reducir los impuestos a las empresas y a los empresarios, con el encomiable propósito de crear empleo y estimular el crecimiento. Ya la tenemos liada, porque en esa sencilla aserción hay dos mentiras. Los economistas lo saben, pero callan visto que están en el origen de tales disparates.
Como he sostenido repetidamente, en materia de Economía -según David Ricardo y los clásicos, o sea los inventores del invento- sólo hay un tema importante: la distribución del producto. Lo demás es paja molida, o va de “ensalada chilena”: sirve para acompañar.
En nuestros tiempos la acumulación del capital, del producto del trabajo humano en pocas manos, no sirve ni para crear empleo ni para el crecimiento. Apenas para satisfacer las insaciables ansias de lucro de los capitalistas. Y ni siquiera eso. La acumulación de la riqueza es como una droga, hace el efecto de la heroína: produce una intensa liberación de dopamina, neurotransmisor relacionado con el placer, lo que genera una sensación inmediata de bienestar. ¿Gozas, mi amor?
Ahora bien, Frédéric Lordon precisaba hace poco que de la masa de lucro que engrosa las cuentas de los grandes capitalistas, sólo una parte muy reducida es reinvertida en la producción. Para ser preciso, sólo 0,3% de esos capitales contribuye a la producción, mientras el 99,7% es utilizado en la especulación bursátil.
El mercado “primario”, ese que se ocupa del financiamiento de las empresas, que resulta de la emisión bruta de (nuevas) acciones por parte de las empresas con el fin de invertir en su aparato productivo, suma cada año en torno a 10 mil millones de euros (€ 10.000.000.000).
Quien suscribe a la compra de tales acciones mueve pues el mercado “primario”, y es libre enseguida de vender esas acciones en el mercado bursátil, o mercado “secundario”, sin que la empresa emisora de las acciones ni siquiera se entere. Esta segunda transacción tiene lugar en la esfera puramente financiera, alimenta la especulación y no interviene para nada en la producción de bienes o servicios.
El mercado bursátil, o mercado “secundario”, escenario privilegiado de la especulación pura que no produce un cuesco, mueve cada año capitales que suman € 3.000.000.000.000 o sea tres billones de euros.
El mercado “primario” representa pues apenas el 0,3% de las transacciones financieras.
El mercado “secundario” –la especulación– representa… un 99,7%.
La pregunta cae de cajón: ¿de qué sirve acumular más capitales en manos del riquerío?
Lo que sigue figura en los manuales que los economistas saben de memoria:
La diferencia principal entre un mercado primario y un mercado secundario es que en los primeros es donde se emiten los activos financieros y los segundos es donde se negocian e intercambian los activos financieros ya emitidos previamente.
Dale una mirada a esto:
Fuente: (https://www.sii.cl › portales › investors › formas_invertir)
¿Qué es el mercado primario?
Mercado en el que se emiten y venden por primera vez los activos financieros. Una vez colocados, se pueden transar en el mercado secundario.
¿Qué es el mercado secundario?
Se transan activos financieros ya emitidos y colocados en el mercado, es decir instrumentos transados con anterioridad al menos una vez. Los instrumentos transados comúnmente son las acciones, renta fija, de intermediación financiera. etc.
Si vas a buscar datos en la Bolsa de Santiago (https://www.bolsadesantiago.com) no puedes sino quedarte con la boca abierta de admiración…
La Bolsa de Santiago cuenta con diversos mercados, los que en la actualidad transan más de 2.000 millones de dólares diarios en acciones, instrumentos de Renta …
Si consideras 240 días de actividad anual… la suma de transacciones de la Bolsa de Santiago asciende al respetable monto de U$ 480.000.000.000
Esta cifra no precisa qué parte corresponde al mercado “primario”, o bien al “secundario”. Pero las referencias de otras Bolsas del mundo permiten forjarse una idea. Las estadísticas disponibles en la CMF no son mucho más disertas y se prestan a confusión visto que en una misma columna figuran montos en dólares (enero 2024, Soquimich, emisión de U$ 1.100.000.000) y en pesos. Tales cifras son mensuales, y no hay ningún recapitulativo anual ni consideración de pesos en valor “constante”. Hay patadas en el culo que se pierden…
Conviene comparar el monto de las transacciones bursátiles con el total de la inversión extranjera, que en el año 2024 alcanzó US$ 15.319 millones (https://www.investchile.gob.cl), o sea un 3,30% de las transacciones especulativas en la Bolsa de Santiago.
Y también conviene comparar esa cifra con el total de “activos” previsionales que en el 2014 totalizaron US$ 186.405.000.000 (Superintendencia de Pensiones https://www.spensiones.cl)
Lo de “activos” se refiere a que ese billete ha sido colocado en el mercado “secundario” chileno y sobre todo exportado a otros mercados “secundarios” externos (exportamos nuestra miseria).
Como quiera que sea, el “ahorro” anunciado por los candidatos neofascistas –que aún no publican ningún programa por eso de verba volant scripta manent– menciona la cifra de U$ 6 mil millones gracias a la jibarización de un Estado famélico, y a la promoción del pobrerío a la categoría de miserables. Lo que nos proyecta hacia la “creación de empleo”…
El cuento que reza que los empresarios crean empleo es una memez que nadie discute a pesar de no ser sino una tautología carente de fundamento alguno.
Cualquier pinche empresario sabe que lo que dicta sus decisiones es el nivel de la demanda. Ajustar el nivel de la producción a la satisfacción de la demanda real no exige el nivel de comprensión que demanda la noción de entrelazamiento cuántico… Eso lo sabe hasta Mario Marcel.
Ahora bien, la demanda no depende de la voluntad del empresario. Es un dato ajeno a sus competencias, que depende de factores que están muy lejos de sus capacidades de decisión. A tal punto que numerosos países disponen de una figura legal que le permite a las empresas despedir, perdón “desvincular”, a uno o más asalariados por una muy conveniente excusa: “necesidades de la empresa”.
Destruir empleo… Eso sí depende del empresario, y el despido suele ser la penicilina que le permite menguar las consecuencias de sus propias imprevisiones y malas decisiones. Visto que ya mencioné Francia, me permito señalar que un presidente picha floja (eso no es exclusividad chilensis) decidió hace algunos años subvencionar el empleo en las empresas privadas con miles de millones de euros. ¡El resultado fue que las empresas cobraron la subvención y no crearon ni un solo empleo!
En 2019, el grupo Carrefour fue denunciado a la justicia por la Confederación General del Trabajo (CGT) que le reprochó haber cobrado centenas de millones de euros de crédito de impuestos por la competitividad y el empleo (CICE) mientras suprimía cerca de 2 000 empleos en Francia entre 2013 y 2017. (Capital.fr – https://www.capital.fr › Économie et Société).
Lo mismo ocurre ahora con Emmanuel Macron, y los senadores Olivier Rietmann y Fabien Gay animan la Comisión Senatorial de investigación del dolo.
Todo lo que precede sirvió –eso espero– para explicarte que nada es gratis.
Los servicios públicos franceses –Salud, Previsión, Seguridad Social, Educación, etc.– son pagados por nuestras cotizaciones. Esas cotizaciones salen de nuestros salarios. Y nuestros salarios salen de la distribución del producto, que se reparte entre salarios y lucro.
Si quieres tener servicios públicos de calidad, es muy simple: debes reducir la remuneración de los capitales para financiar lo que beneficia al conjunto de la población. David Ricardo tenía razón.
Los neofascistas proponen lo contrario: bajar los salarios, bajar las pensiones y eliminar los servicios públicos. ¿Te queda claro?
No puedo terminar esta parida sin recordar una vez más el nacimiento de las AFP y de los fondos de pensión, cuyo origen es un chiste de Don Otto (Jorge Lillo dixit).
Corría el año 1889, y Otto von Bismarck, ministro-presidente de Prusia y Canciller del nuevo imperio alemán (1871), se apiadó de la triste suerte de los obreros que vivían en la miseria más espantosa.
Decidió pues inventar un sistema de pensiones, retirando de los magros salarios una cotización que debía servir para permitirle a los jubilados no morirse de hambre. Esas cotizaciones reunieron pronto una gran masa de capital. Otto von Bismarck le preguntó a sus expertos:
“¿A qué edad mueren los obreros?”
La respuesta fue muy clara: “Sr. Canciller, suelen morir entre los 40 y los 50 años de edad”.
“¡Ah! Exclamó von Bismarck… Entonces pondremos la jubilación a los 70 años” (sic).