
por Antonio Abal O.
Las nuevas tecnologías de la comunicación han alterado los ritmos, formas y contenidos de los mensajes en la vida cotidiana y por supuesto en el campo político. Tomando en cuenta esta afirmación, veremos que el triunfo de Edman Lara no debería ser una “sorpresa”. En un texto que publicamos este año (Del Estado Colonial al Estado Plurinacional) explicamos los procedimientos de la comunicación subjetiva y su efecto en las conductas. Con los mismos instrumentos realizamos un somero análisis de este hecho.
El señor Lara aplicó una estrategia de comunicación para posicionar su imagen, ahora, es posible que haya sido producto de la casualidad o un trabajo premeditado sustentado en un conocimiento del marketing, de todas maneras el resultado es exitoso y un revés para encuestadoras y analistas que aún no hemos asumido el cambio de época en el mundo de las comunicaciones y sus efectos en las relaciones de poder.
¿Qué hizo el señor Lara? Aprovechó un acontecimiento, producto de su denuncia por un acto de corrupción de un oficial de policía. Este hecho fue promocionado, por el mismo, entonces capitán Lara, en las redes sociales, especialmente en la plataforma de tik tok.
Para sintetizar el proceso señalamos la siguiente secuencia de los mensajes: a) Lara víctima, b) Lara luchador contra la corrupción, c) Lara víctima económica (perdió su trabajo) d) Lara como cuentapropista (vendiendo ropa), e) Lara como solución a la corrupción, f) Lara como candidato.
Esta secuencia de apelación a la emotividad de sus seguidores, quedó “atrapada” en una masa crítica que ya sentía los rigores de una crisis económica que ponía los sentimientos como el rector de las decisiones. Por otra parte, ya en la agudeza de la crisis, esa masa crítica esperaba una salida a la crisis social y política, reclamaba una alternativa que encarnó Lara.
El derruido sistema de partidos, otrora bien estructurados orgánicamente, permitió concentrar la mirada en la persona, por encima de los programas, entonces surgieron los “candidatos”, unos conocidos y otros desconocidos. ¿Y el partido? No era necesario ya que desde hacía tiempo se tenía en Bolivia un negocio de compra-venta de siglas, una de ellas el PDC.
Hoy el PDC es el paraguas que cobija a un retoño se su propia sangre (JDC-R) y a un producto de las RRSS, basado en un larga lista de promesas de difícil cumplimiento. De ser ganador el PDC, como sigla, será solamente una cáscara. La verdadera organización política, cobijada en el paraguas, tiene que enfrentar decisiones entre promesas de corte social e inversión estatal y un programa de ajuste neoliberal, escenario que promete una presión social organizada.
Una figura, con las características de Lara no será un burócrata en la vicepresidencia, tampoco un actor pasivo en la Asamblea Plurinacional Legislativa. Su recorrido hasta hoy nos indica que la búsqueda de protagonismo no será limitado por algún tipo de acuerdo de gobernabilidad, por el contrario, creemos que la verdadera carrera política del señor Lara comenzaría con su rol de vicepresidente.
La campaña para desprestigiar a los candidatos del PDC ya posicionados como favoritos, es un boomerang, porque acentúa el efecto de “víctima” que consolida el voto otorgado, lo que puede asegurar que el señor Lara se constituya en el segundo (?) hombre del país.
El conjunto del pueblo boliviano esperó cierta estabilidad política y económica luego de las elecciones, pero esta espera se prolonga hasta el mes de los acontecimientos en Bolivia: octubre, entre tanto las turbinas del lodo trabajan con fuego cruzado y el gobierno trata de cobrar algún protagonismo que lo saque del oprobioso resultado electoral, sin atinar a dar algún tipo de respuesta a la crisis económica, que es el caldo de cultivo para las voces que piden un urgente cambio de gobierno.
Las tareas que se implementarán, por cualquiera de los candidatos que llegaron a la segunda vuelta, tiene que ver con una agenda de privatizaciones, achicamiento del Estado y un modelo de economía de mercado. En suma un ajuste al estilo 21060, con un gran objetivo común: cambiar la Constitución Política del Estado y destrabar todos los candados que impiden la privatización de os recursos naturales, de intervenir los territorios de pueblos indígenas y ajustes que afectarán sobre todo a los sectores sociales más vulnerables.