
por Comandante del Ejército de Liberación Nacional, ELN, Antonio García
Desde la pos pandemia y la más reciente crisis económica mundial, que pusieron en jaque la supremacía de Estados Unidos como única potencial global, viene liderando una alianza con la extrema derecha internacional, para reposicionar su estrategia imperialista en Asia (Palestina, Siria, Irak), al tiempo que impulsa un nuevo plan contrainsurgente para América Latina.
En su estrategia presenta a su enemigo a combatir como un demonio portador de los peores vicios y defectos de la humanidad. Es la vieja arma imperialista para librar sus guerras. Estados Unidos ha destinado ingentes cantidades de recursos y propaganda para este fin, desde las guerras contrainsurgentes de los 60, la primera guerra contra las drogas de 1971, el Plan Colombia en 1999 y la guerra contra el terrorismo iniciada en 2001.
En casi 70 años promoviendo invasiones, dictaduras, genocidios y golpes de Estado en la región, no han logrado disminuir la demanda y el consumo de drogas en su sociedad, que acude masivamente a la cocaína, la heroína, el fentanilo y otras drogas sintéticas, para evadirse de la existencia y sus consecuencias que el capitalismo ha mostrado y enseñado como «Modelo de No-Vida», hoy en completa decadencia.
A Estados Unidos no le interesan sus ciudadanos y ciudadanas, que mueren abandonadas en las calles por sobredosis. Su falsa lucha antidrogas de más de 50 años, y la versión rimbombante de las operaciones contra México o las flotas que avanzan hacia el Caribe venezolano, son las excusas de siempre para garantizar control y dominio sobre América Latina, que al final sintetizan la agonía de su influencia y supremacía sobre la región.
El gran mercado del narcotráfico está en Estados Unidos y países europeos, quienes de verdad se lucran con dicho negocio, son quienes controlan esos grandes mercados masivos. Por eso la DEA, si persistiese en el uso de la represión para combatir este fenómeno, debería centrar sus esfuerzos en acabar con ese gran mercado y con «lavaderos de dólares»; pero como no lo hace, sigue acumulando fracasos al inventarse culpables que no son.
Hoy asistimos al momento en que se muestran las garras, en una guerra de intimidación contra el pueblo venezolano, así como desde hace unos meses contra el pueblo y el gobierno mexicano, reforzada por nuevas y fuertes estrategias de inteligencia y vigilancia auspiciadas por agencias internacionales que actúan muchas veces desde Colombia y la frontera colombo venezolana.
Esta guerra de intimidación acude a la deslegitimación y al desprestigio, queriendo hacer ver falsamente, ya no solo a la insurgencia como un cartel del narcotráfico, en perfecta coincidencia con las declaraciones del presidente Petro, sino inventándose además la existencia de un cartel de narcotráfico al interior del gobierno venezolano.
Los propósitos: intimidar, generar pánico, presión, sentimiento de derrota, deslegitimación ante la sociedad que condena al narcotráfico como uno de los peores crímenes contra la humanidad. ¿Para qué? Para retomar el control perdido en la región ante el fortalecimiento de nuevos protagonistas internacionales como Rusia, China o Irán; para aumentar la presión y la agresión contra gobiernos de izquierda y para aislar diplomáticamente a quienes se rehúsan obedecer los mandatos imperialistas de los Estados Unidos.
Hoy en el mundo, el narcotráfico es uno de los principales negocios del capitalismo. Si Estados Unidos tuviera un verdadero compromiso con su erradicación, estaría trabajando en la reducción de la demanda de drogas, en los enfoques de prevención y salud pública, en la investigación y sanción a sus funcionarios y empresarios que se lucran con el narcotráfico y permiten la entrada de toneladas de cocaína al país del norte. ¿O por qué la DEA no declara organización narcoterrorista al Clan del Golfo, responsable del mayor tráfico transnacional de drogas desde Colombia? ¿Por qué solo somos señalados falsamente de narcotraficantes la insurgencia y los gobiernos de izquierda?
Hoy la gran maquinaria de guerra contrainsurgente se dirige nuevamente hacia los pueblos de América Latina. No es solo hacia el ELN o hacia el gobierno de Venezuela. Esta embestida se dirige a desangrar las apuestas de soberanía y transformación social y política en nuestra región, y por tanto, genera rechazo de toda América Latina a la guerra imperialista en todos sus formatos. De darse la agresión no hay más camino que la resistencia.
Sobre la relación del ELN con el narcotráfico, una vez más, ratificamos nuestra propuesta e invitación para adelantar una gran conversación e investigación sobre el problema de las drogas, con acompañamiento y compromiso de la comunidad internacional, en la que el mundo pueda evidenciar con pruebas nuestra política de deslinde con el narcotráfico. El ELN jamás ha estado vinculado al narcotráfico. En el futuro todas estas mentiras se caerán. Ese momento llegará.