
por Daniel Pizarro
Tenemos la costumbre de no dejar nada por escrito, pero se comprende que esta decisión es de carácter estrictamente personal. Nuestros afiliados o socios son libres de hacer lo que les dé la gana y nunca se nos ocurriría promover la agrupación mediante acciones publicitarias o propaganda, proclamas públicas o manifiestos; no es nuestra intención convencer a nadie y condenamos sin tardanza a quienes deciden traspasar la línea amarilla del andén acompañados de personas que no han dado su consentimiento explícito. Quienes incurren en esa falta son excluidos de nuestros registros.
Ya se dijo: no nos proponemos incrementar el número de socios a cualquier precio. Somos una asociación sin fines de lucro. No perseguimos el provecho personal en las relaciones con los demás. No hemos creado un grupo de WhatsApp. Despreciamos las redes sociales y los partidos políticos osificados. No somos ex alumnos, ex cancilleres, ex líderes de Estado ni ex nada. No nos reunimos ritualmente una vez al año en algún club social ni participamos por conveniencia en una liga de fútbol amateur. En una sola frase: no somos una secta ni una bolsa de trabajo.
Nuestra asociación se preocupa de ofrecer a quienes están cerca de tomar la decisión las facilidades para ejecutarla de manera expeditiva, sin burocracia ni publicidad o propaganda de por medio. Ya se dijo. Nos interesa allanar el terreno: ese es nuestro exclusivo ámbito de acción.
Por tal motivo vemos con inquietud que las dos últimas líneas del Metro entregadas al transporte público, la 6 y la 3, cuenten con barreras de protección al borde del andén, las que no solo entorpecen el libre ejercicio de nuestra actividad sino que derechamente lo impiden.
Para los afiliados esto representa una prueba evidente de prácticas antisindicales. Siempre hay medios de salvar estos graves obstáculos, pero no está en nuestro espíritu promoverlos ni incitar a ejecutar acrobacias o saltos audaces. La asociación está llamada a ofrecer tranquilidad a sus miembros, no a exaltarlos para fabricar héroes o mártires de pacotilla.
Al respecto, lamentamos el silencio de las agrupaciones fraternas de las líneas 1, 2, 5 y la filial 4a, que no logramos entender sino como consecuencia del agotamiento que socava a toda especie de colectivo y que desde nuestra perspectiva atribuimos a un sistema que ha triunfado al imponernos sus urgencias y, al momento siguiente —y a veces hasta de modo simultáneo—, ofrecernos el espejismo de una solución individual para cada una de ellas suprimiendo cualquier necesidad de mediaciones grupales. A este fenómeno innegable se suman las trabas de una legislación que excluye la negociación por ramas y debilita la fuerza de demandas que en la mayoría de los casos son transversales.
Observamos también con gran preocupación las experiencias del extranjero, en particular de las economías más desarrolladas, donde la costumbre de instalar barreras o defensas entre el andén y los raíles se extiende como una tendencia que terminará por estrangular nuestras asociaciones, condenándolas a la extinción.
Nos hemos enterado además, aunque solo por vías informales, de situaciones como la de Japón, país floreciente. Nos cuentan que el éxito de agrupaciones como la nuestra ha motivado a las autoridades niponas a legislar directamente en contra de los socios, traspasando a sus familiares no solo los gastos en que se incurre al retirar del lugar el cuerpo de quien se integra a la agrupación —por el acto de cruzar la línea amarilla, se comprende—, sino gravándolos adicionalmente con multas e imputándoles los costos del cese temporal del servicio y su reposición, considerando además para tales cálculos el perjuicio ocasionado a la economía por la acción de nuestros compañeros de ruta.
Noticias lejanas que nos ponen en alerta. Inquieta comprobar que al no poder perseguirnos ni castigarnos de forma directa, pues para ello deberían traspasar la línea amarilla —y ni siquiera así sabemos si podrían darnos alcance—, se desquitan con nuestros seres queridos, exentos de cualquier responsabilidad en nuestra decisión (bueno, a veces sí, pero esto no viene al caso), como si de ese modo pudieran frenar el desarrollo de las asociaciones, su proliferación a nivel planetario y también en el país, donde las estadísticas disponibles revelan un alza significativa respecto de la tendencia mundial. ¿Qué diferencia hace encontrarse de uno u otro lado de la línea amarilla?, me pregunto cada día.