
por Juan Alejandro Echeverri
Par i ukux winaq, kikoj ichukab’ ruk le k’slemal significa “desde el corazón del pueblo, resistencia y vida” en lengua Maya.
Se cumplió el primer aniversario del retorno de Lolita Chávez Ixcaquic a su cuna cósmica tras siete años de exilio. La conmemoración inició en Q’umarkaj, el hoy sitio arqueológico que también se conoce con el nombre de Utatlán, el que fue hace milenios la capital política y espiritual del pueblo indígena Maya K’iche’ de Guatemala.
En los bordes de uno de los altares del lugar ceremonial, las mujeres que alimentaban el fuego con velas y granos diversos, ubicaron piñas, naranjas, manzanas, limones, guayabas y otros frutos. El redondel hecho de piedras prehistóricas estaba hermoseado con flores y cabellos de ciprés, un pino casi sagrado en la zona. Para completar la artesanía simbólica, en los cuatro puntos cardinales formaron otras ofrendas hechas con los mismos alimentos.
Además de la solemnidad característica, durante la ceremonia de apertura también se evocó la lucha Palestina contra el genocidio histórico ejercido por Israel, y el legado de resistencia de personas históricas como Aníbal Cuadra, Juan López, y, especialmente, el de Berta Cáceres, lideresa ambiental hondureña asesinada por un matrimonio estatal y empresarial el 3 de marzo de 2016; “Berta no murió, se multiplicó”, decía la consigna.
Acuerpando a Lolita Chávez, un llamado a seguir sembrando rebeldías fue como se nombró el encuentro realizado el pasado 28 y 29 de junio en Santa Cruz del K’iche’, una especie de fuerte montañoso encumbrado en las serranías del centro occidente guatemalteco. Hasta allí, de donde fue sacada ella hace siete años por la ambición extractivista de empresas madereras y mineras, llegaron delegaciones de México, El Salvador, Honduras y Colombia.
Por la ausencia de la lideresa, contó Celvin Milla, “la organización entró en un letargo, se desmovilizó la región”. Con el retorno de Lolita, planteó el coordinador de la Guardia Territorial y asesor técnico del Consejo de Pueblos K’iche’s (CPK), “hay muchas comunidades organizadas nuevamente, la gente tenía miedo de alzar su voz, pero ahora que se sienten acompañadas, hay mucha denuncia de parte de las comunidades”.
Ese renacer organizativo se manifestó durante el espacio asambleario del encuentro. Varias mujeres hicieron un llamado de alerta por la nueva Ley del agua que está en etapa de gestación en Guatemala. El trámite “legal” podría traer consigo una oleada privatizadora de ese bien común venerado y protegido por los K’iche’s, lo que no solo amenaza su acceso y disfrute, sino su gobernanza y administración autónoma. Quienes tomaron la palabra, invitaron a las demás mujeres a participar con determinación en las diferentes instancias que las entidades gubernamentales organizan para abordar ese y otros temas. “A nosotras no se nos ha consultado. Cuando se impone una ley en el mal llamado Guatemala, es una ley del criollismo, es una ley racista, es una ley colonial, esas leyes nos llevan a ese sistema de justicia patriarcal, misógino, racista, neoliberal”, dijo Lolita luego en la rueda de prensa final.
Antes de la sangrienta invasión española, el país centroamericano se llamaba Quauhtemallan, término de origen náhuatl que significa “tierra de árboles”. La salvaguarda de esa comunión entre seres arbóreos y humanos fue la razón por la que una nueva variante de esa codicia española desplazó forzadamente a Lolita. “No estamos mintiendo. A mí se me ha torturado psicológicamente en los medios, al asegurar que lo que decimos no tiene fundamento. Se nos criminaliza […] Seguiremos diciendo que los bosques son nuestra vida, que los árboles son nuestros hermanos y hermanas, que les vamos a seguir abrazando y que les vamos a seguir sembrando, porque el reverdecer K’iche’s es nuestro compromiso”, señaló la lideresa que tiene un aura cósmica que mezcla lo sacro y lo bondadoso.
Además de la agresiones físicas y mediáticas, Lolita debió sobreponerse a 34 procesos judiciales que asociaban su lucha ambiental con la criminalidad. Completar más de un año enraizada nuevamente al territorio es motivo de alegría y, sobre todo, una razón para tener la esperanza de que la huida nunca volverá a suceder. Sin embargo, no ha sido todo rosas. El régimen de odio y terror contra los pueblos originarios —incluso en un país donde más de la mitad de la población es indígena—, sigue tan vivo como nunca. “Lo que planifica este Estado, es que yo vaya a la cárcel o vaya al cementerio. El sistema está cooptado por el pacto de corrupción e impunidad, el ente que tendría que investigar, que es el Ministerio Público, no nos hace caso”.
A mediados de mayo, a ella y otros integrantes del CPK les violentaron con armas de fuego. Después del ataque fueron a denunciar y el órgano judicial les tuvo horas esperando para formalizar la queja; “un sistema colonial muy racista que no escucha nuestra palabra en nuestro idioma”. Lolita aseguró que los responsables de garantizar su vida facilitaron la logística para que los atacantes también denunciaran en su contra. Al final, la acusación de los madereros predadores avanzó y la suya fue archivada.
El conflicto socioambiental con las armas, los machetes y las motosierras es, quizás, la copa del árbol. En la raíz de la pugna está el racismo institucionalizado. Las alcaldías de la región y los organismos gubernamentales, por ejemplo el Instituto Nacional de Bosques, se valen de su poder burocrático y represivo para silenciar, encarcelar y, si es posible, asesinar a Lolita. La matemática de la muerte sabe que al eliminarla, bloquea toda la fuerza humana que le acompaña. Matarla a ella es matar en vida a cientas o miles, un negocio redondo. Son las mujeres quienes llevan la peor parte de ese planeado sistema de opresión. El racismo patriarcal incita y aprueba la invalidación política de las mujeres, la discriminación, todas las variantes del maltrato y la tortura, incluso por parte de sus propios compañeros de vida o lucha.
Si bien el centro de intención y atención del hermanamiento internacional era la figura de Lolita, y lo que su vida representa, la convergencia transnacional posibilitó, como dice Celvin, “abrazar nuestras alegrías y consolarnos en nuestras tristezas”. Las diferentes delegaciones socializaron algunas problemáticas que marchitan sus países, casos que prueban que así como el anhelo por el buen vivir, el extractivismo tiene diferentes caras, mas no fronteras.
En nombre de El Salvador, el Tata Silverio denunció la arremetida legislativa con la que el presidente Nayib Bukele persigue a la juventud, los pueblos originarios y cualquier brote de resistencia. Entre ellas, la Ley de agentes extranjeros, la Ley de expropiación de tierras, la Ley de minería, y la Ley de mercado que hostiga a los venteros ambulantes y les sanciona con multas siniestras que pueden llegar a los 1.500 dólares. “Hay unos que quieren al Fulano, se lo regalamos”, dijo el sabio.
La expansión del monocultivo de piña que se traga a su paso hectáreas y hectáreas de bosque, fue la preocupación expresada por la representación de Costa Rica, país que se ha posicionado como un paraíso inusual en Centroamérica y del que empieza a brotar la corrupción intestina de sus instituciones con la acusación hecha por la DEA, por primera vez en su historia, contra el exfiscal, un exmagistrado y el exministro de justicia costarricense por tráfico internacional de drogas.
Para el caso de Honduras, una de las integrantes del proceso de comunicación Barracón Digital explicó los riesgos de la nueva normativa de Conatel, entidad reguladora del espectro electromagnético, que obliga a realizar un registro biométrico de su identidad a quienes pretendan acceder a un chip móvil nuevo y un plan de navegación pospago. La norma es una amenaza a los derechos digitales y a la protección de datos de los hondureños, toda vez que un 80 % de la población tiene plan prepago y en 2013 el Estado entregó su censo nacional a Estados Unidos. Pese a que las autoridades aseguran que no venderán la información a terceros, está probado que esta información ha sido utilizada para ubicar, perseguir y discriminar a los migrantes en el país yanki.
Justo a causa de la insaciable explotación humana y ambiental del capital mundial, secundado por Estados Unidos, su vecino México, y en especial el norte del país, sufre una reorganización territorial para consolidar una nueva zona de intensa explotación y acumulación. Al convertirse el Canal de Panamá en un dolor de cabeza, más que en una posibilidad para la circulación de mercancías, en la nación azteca se está construyendo el Tren Maya y un nuevo canal interoceánico. Proyectos declarados de seguridad nacional, y cuya ejecución y administración se le ha delegado a las fuerzas militares. Una puerta abierta a la militarización y a la no descartable proliferación del narcotráfico.
La adversidad hermana los pueblos. La alusión constante al pueblo palestino no fue fortuita. Contra el pueblo Maya también hubo un intento de exterminio en el siglo pasado; víctimas distintas, mismo victimario. Israel es hoy la gran potencia militar gracias a la inmoralidad estadounidense. Entre 1960 y 1970, el imperio gringo se valió de terceros, en este caso de los israelíes, para cometer inadmisibles crímenes de derechos humanos que manchaban su reputación. En el acuerpamiento a Lolita, el mexicano Alberto Hidalgo compartió datos de su investigación sobre la participación de Israel en el intento de genocidio del pueblo Maya. Luego del golpe de Estado de Ríos Montt en 1982, el país judío construyó una fábrica armamentística en Guatemala. Además de entrenarlos, aproximadamente un 80 % de los militares que sostuvieron la dictadura del sangriento dictador centroamericano portaban armas fabricadas por ese país. Las estimaciones de las organizaciones de derechos humanos cifran en 10.000 la cantidad de muertos durante el régimen necrofílico del condenado por genocidio y crímenes de lesa humanidad.
El Consejo de Pueblos K’iche’s (CPK) le llama acuerpar a estar con las comunidades, a emocionarse luego de recibir el abrazo hermano de todas las naciones; “es así como vivimos cotidianamente nuestro aquí y ahora, con esa ilusión y esa fuerza del sol, del agua, del aire, del fuego, de la tierra, de todas las expresiones de montaña”, aseguró Lolita.
Ante los intentos de despojarles también de la palabra y la memoria, el pueblo K’iche’ persiste en la siembra de semillas “rebeldes, revolucionarias y combativas”. Durante los dos días del encuentro, Lolita insistió en que quienes participamos del abrazo nos comprometiéramos a hacer lo posible por romper el “cerco mediático” que existe contra ella y su pueblo: “Si nos chingan, nos organizamos. No somos criminales, no somos terroristas, simplemente damos nuestra vida por la vida en montaña”.
El acuerpamiento terminó así como empezó: solemne, abundante y colorido. La lideresa, quien orientó la elaboración de la ofrenda y condujo el desarrollo de la ceremonia, resaltaba con su camisa amarilla y su falda K’iche’, la prenda característica que combina de manera certera cualquier tono de la paleta de colores, por lo general en sentido vertical; prenda que llena de múltiples matices las calles de Santa Cruz y contrasta con el gris monocromático de sus construcciones. Esta vez el ritual se hizo en Tojil, centro energético sagrado para las comunidades de la región, quienes, como pudieron, reunieron el dinero suficiente para ser los propietarios legales de ese punto fresco y sombreado donde se hacen los rituales. Tojil es una especie de oasis entre las plantaciones de cipreses y árboles de copal que son hoy pertenencia de los terratenientes madereros. Los mismos que han tratado de profanar el sitio llenándolo de basuras y escondiendo vidrios en la tierra —los que Lolita llama chai— para que laceren a los K’iche’s que acostumbran a realizar sus ceremonias descalzos.
Esos puñales rastreros hechos de vidrio son aviso de que el peligro merodea por el territorio, incluso bajo la tierra. El temor persiste, lo reconoce Celvin: “Porque la persecución nunca termina. Los actores que han agredido a Lolita Chávez siguen ahí presentes, no es que se hayan retirado o desaparecido. Hay temor de que la encarcelen o tenga que salir al exilio, y mucho miedo a que le pueda pasar algo a su integridad física. Pero sabemos que tenemos que acompañarla, acuerparla desde los internacionalismos. Nos ha dicho que va a continuar, entonces nosotros continuamos con ella”.
La sonrisa y la carcajada silvestre hacen parte de la mecánica natural del rostro indígena de Lolita. La cosmogonía que heredó de sus abuelas dice que una de las mejores medicinas para repeler el mal es reírse de aquello y aquellos que quieren hacerle daño; “yo no soy chamana, soy guardiana del tiempo”, aclaró en algún momento.
Recia, vivaz, florida, luminosa, conmovida, armónica, fresca, vigorosa, abundante, arborea y deslumbrante, lució en todo momento. La risa puede brotar en la cara de Lolita en cualquier momento: al iniciar una frase, después del verbo, en mitad del predicado; pero la desbordó el llanto cuando dio los abrazos de despedida. Sabe como nadie que a ella —como cualquier otra persona— es mucho más frágil sola; sin tener quien la acuerpe.
“Así es, así será, decretado está”.
Foto, Camilo Gómez y Andrés López